Las abejas, esos insectos aparentemente insignificantes, tienen una importancia crucial en nuestra vida cotidiana. Intervienen en la obtención de comida, son los mayores polinizadores a nivel mundial, pero a su vez se encuentran amenazadas por el sistema de producción alimentario.
Millones de abejas mueren cada año y su población disminuye a marchas forzadas.
Las abejas se alimentan principalmente del néctar que contienen las flores de las plantas, y al tener un cuerpo muy peludo actúan como polinizadores. El polen se adhiere a su cuerpo y lo van trasportando de una flor a otra al alimentarse.
La abeja melífera, productora de miel, puede visitar entre 50 y 1000 flores en un viaje y puede hacer de 7 a 14 viajes por día. En una colmena puede haber unas 25.000 abejas.
La FAO afirma que de unas 100 especies de cultivo que proporciona el 90% del alimento en el mundo, 71 se polinizan gracias a las abejas.
¿POR QUÉ SE ESTÁN MURIENDO LAS ABEJAS?
La ONU está preocupada. Teniendo en cuenta que un 75% de los cultivos del mundo dependen de la polinización de las abejas y otros insectos, no es de extrañar que el organismo encargado de la supervisión de la biodiversidad del planeta, el IPCC, fundado en 2012, instase a los expertos a documentar las causas científicas que las están matando. Los índices de mortandad de hasta el 15% se consideran normales, pero la media actual es del 30 por ciento llegando en las poblaciones más críticas al 80%.
Existen al menos tres causas globales que explican el fenómeno:
Primera causa: ácaros y hongos asesinos. La varroosis (enfermedad vírica transmitida por un ácaro que deforma las alas de las abejas) conocida como DWV y el parásito Nosema ceranae (un hongo que va debilitando la colonia hasta que otras enfermedades oportunistas acaban con ellas) pueden infectar a los abejorros trabajadores y reducir considerablemente su vida útil.
Segunda causa: el cambio climático. Su vínculo es muy influyente. Tiene que ver con su incidencia sobre las lluvias y, en consecuencia, sobre los procesos de floración de que dependen las abejas para sobrevivir. La esperanza de vida de una abeja es de cuarenta días. Les da tiempo a volar una media de 800 kilómetros y para que puedan hacerlo la temperatura idónea debe rondar los catorce grados centígrados.
Según la NASA, el último gran despunte del calentamiento global se produjo entre 2004 y 2005, con temperaturas históricas, etapa que coincide con los máximos registros de muertes de abejas en el mundo. Al no existir una floración adecuada, las colmenas entran en el invierno con abejas demasiado viejas, incapaces de superar la estación fría. La mortandad en una colmena por causas relacionadas con el cambio climático puede ascender en los casos más críticos al 80%.
Tercera causa: los neonicotinoides y los agroquímicos. Cuando hablamos de los primeros, nos referimos a una familia de insecticidas introducidos en el mercado en los años 80. Reciben este nombre porque tienen un efecto similar al de la nicotina, que actúa sobre el sistema nervioso. Afecta al sistema nervioso de las abejas. Su control térmico disminuye. No las mata directamente, pero las desorienta y no saben regresar a la colmena.
Fueron dos multinacionales, Bayer y Syngenta, quienes comenzaron a comercializar un tipo de semilla blindada, impregnada con fertilizantes y neonicotinoides. Su función era prevenir las plagas, pero ha terminado en convertirse en un arma de destrucción masiva de las poblaciones de polinizadores.
Por otro lado están los agroquímicos para cultivos transgénicos, únicamente permitidos en España, comercializados principalmente por Monsanto. Las multinacionales defienden que estas sustancias no son nocivas y alegan las grandes pérdidas económicas si se prohibiese su uso.
Debemos tener en cuenta que la productividad obtenida debida a la polinización de las abejas y otros insectos se podría traducir en pérdidas si éstos desaparecen. A parte de la crisis alimentaria que se podría producir.
LOS ABEJORROS SERIAMENTE AMENAZADOS
Las enfermedades detectadas en las abejas melíferas se están extendiendo cada vez más hacia las poblaciones salvajes de abejorros. Un polinizador de vital importancia está viendo mermada su población rápidamente en todo el mundo.
Los abejorros posiblemente contraen enfermedades cuando acuden a las flores después de las abejas infectadas, y a veces, cuando invaden colmenas para llevarse el néctar.
Los abejorros pueden tener el doble de tamaño que las abejas, pueden picar varias veces y no producen excedente de miel, como las abejas. También, según investigaciones recientes, se resienten más por las enfermedades. En general, el abejorro silvestre vive unos 21 días, pero los infectados no más de 15. Y mientras que las colmenas de abejas tienen decenas de miles de obreras, las colmenas de abejorros no tienen más que unos centenares.
Los estudios han revelado que los abejorros aportan polinización de flores y frutas por valor de 3.000 millones de dólares en EE.UU, mientras que las abejas melíferas redondean unos 20.000 millones.
La desaparición masiva de abejas puede causar a medio plazo, además de un grave daño al sector de la agricultura a nivel global, la disminución y el encarecimiento de los alimentos. Y, citando a Einstein: “Si la abeja desapareciera de la superficie del globo, al hombre sólo le quedarían cuatro años de vida: sin abejas, no hay polinización, ni hierba, ni animales, ni hombres”.
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