No me tachen de agorero ni de incrédulo. Para mí la Democracia – lo escribo con mayúsculas – es el menos malo de todos los sistemas políticos y el partidismo la mejor forma de desarrollarla, hasta que el ser humano llegue a una perfección vital y organizativa que no precise de políticos que decidan por nosotros ni de fuerzas de seguridad que nos controlen, ni de representantes divinos que nos salven. Pero eso todavía está muy lejos, ya que precisa de una sensibilidad, solidaridad y responsabilidad muy difíciles de conseguir y además están los estamentos anteriormente citados para evitar que esto ocurra.
Les dirán que el Hombre es malo por naturaleza y que necesita ser domeñado y enderezado. Un pueblo dirigido, controlado y devoto es fundamental para que nunca pensemos por nuestra cuenta ni encontremos la forma de organizarnos como sociedad. Siempre existirán los grandes explotadores, el lumpen, la delincuencia y el pecado; y por todo ello precisaremos de los políticos y de los místicos, para que nos libren de todo mal.
Para certificar todo lo expuesto no tienen más que poner la primera cadena por la mañana y ver el programa de “Los Desayunos de TVE”. Han amenazado que cada día – ¡válgame el cielo! – entrevistaran a un par de políticos de distintas comunidades y formaciones políticas para que nos cuenten su programa electoral. Hasta aquí todo parece correcto e inevitable. Sin embargo, les sugiero que lo vean cualquier día – si no tienen nada mejor que hacer – para percibir la hipnosis subliminal que incorpora el programa que les apunto y de la que es probable que Nacho García, su director, sea inocente.
Mientras el político de turno responde a las preguntas de la eficaz y admirada presentadora, a sus espaldas aparecen, repetidamente, una y otra vez, una serie de imágenes del mapa de España que se descomponen en los territorios autonómicos con distintos perfiles y tonalidades cual baile de serpiente hindú, hipnotizando al espectador que solo ve la agresividad de las formas y así percibe subliminalmente la palabras del político como el silbido de la flauta del encantador. Para mayor paralelismo y demostración de mi tesis, la secuencia se inicia con una urna, imitando la cesta del encantamiento, que va tornándose en mapa disgregándose y volviendo a concentrarse en el receptáculo del voto. Las imágenes aturden y turban, tanto, que la mente del televidente queda expedita y en disposición de captar las ofertas de los entrevistados. Una manipulación completa que ruego desde esta humilde columna a Ángel Nodal, defensor del espectador de nuestra primera condena – perdón quise decir cadena, y eso lo subrayo -, que observe y haga rectificar lo antes posible, ya que hay peligro de que algún espectador sufra un síncope. Bastante tendremos que aguantar estos días para que además nos inquieten en nuestra hora del desayuno, información y encuentro con María Casado.
La política ataca de nuevo, aceptémoslo democráticamente. Pero, por favor, no jueguen a ser Dalí en Recuerda, porque, precisamente eso, es lo que menos hacen los políticos con sus promesas.
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