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Una noticia, potencialmente, mala para Cameron es que la mayoría parlamentaria de Major era más grande que la suya (21 en lugar de 6) y su núcleo euroescéptico era menor (50 euroescépticos del núcleo duro en comparación con 80-100 para Cameron). Contra esto, la gran diferencia es que Major se negó a conceder a sus ciudadanos un referéndum sobre la adhesión a la UE, mientras que Cameron ha prometido que lo convertirá en un elemento central de su primer Discurso de la Reina. Pero, mientras Cameron va colocando sus ladrillos, hay cuatro preguntas que inquietan en otras capitales:

¿Cuándo se producirá el referéndum?

Cameron ha prometido celebrarlo antes de finales de 2017. No obstante, existen especulaciones de que podría tener la tentación de hacerlo antes, mientras tiene más capital político (en especial porque será imposible negociar y ratificar cualquier cambio de los tratados con cualquiera de los calendarios). Siendo realistas eso significa que el referéndum sería o bien en otoño de 2016 o en la primavera de 2017. En las próximas semanas se producirán muchos debates sobre la naturaleza de la pregunta (debería ir enfocada a un “sí” o a un “no”) y el alcance del derecho al voto (¿debería ampliarse a los ciudadanos de la Commonwealth, a los irlandeses, a los jóvenes de 16 años o a otros ciudadanos de la UE?).

¿Qué incluirá la renegociación?

Cameron ha establecido sus principales prioridades en dos discursos importantes. En mis conversaciones con funcionarios británicos y asesores políticos en los últimos años he notado un cambio gradual en el que se ha pasado de poner la atención fundamentalmente en la repatriación (antes de las elecciones de 2010) a hacerlo en la renegociación (después de 2010) y a centrarse luego en la reforma (en sus dos discursos de Bloomberg). Gran parte de la agenda que Cameron propuso se basa en reformas liberalizadoras generales destinadas a reforzar el mercado único, simplificar la regulación e impulsar el libre comercio. Pero hay cuatro grandes grupos de temas que con probabilidad formarían el núcleo de la renegociación.

En primer lugar, la cuestión de las normas de los beneficios sociales de los trabajadores para los inmigrantes de la UE. Europa no es un tema de gran relevancia para el público británico, pero la inmigración sí lo es. Muchos en el partido de Cameron quieren restringir la libre circulación de mano de obra, pero Cameron se resiste a exigir eso. En su lugar, quiere cambiar las reglas para el acceso a prestaciones sociales (tanto las que reciben los desempleados como, sobre todo, los créditos fiscales que se ofrecen a trabajadores de salarios bajos). En segundo lugar, está la cuestión del equilibrio entre la Eurozona y lo que no es la zona euro. Algunos de los elementos técnicos de la unión bancaria se resolvieron con la idea de la “doble mayoría”, pero existe una necesidad más general de tranquilizar a la Unión en el sentido de que la zona euro no hará uso de su mayoría cualificada para precocinar decisiones importantes e imponerlas luego a los miembros que no pertenecen a la Eurozona. En tercer lugar, está el papel de los Parlamentos nacionales y la idea de permitir que grupos dentro de éstos bloqueen la legislación de la UE (el llamado procedimiento de “la tarjeta roja”). Por último, está la cuestión de eliminar el compromiso de “una unión cada vez más estrecha” del preámbulo de los tratados de la UE.

¿Habrá necesidad de que haya cambios en el Tratado?

Los expertos legales creen que es posible conseguir alguna versión de la mayoría de estos cambios a través de la legislación secundaria y la firma de protocolos, pero muchos funcionarios británicos piensan que Cameron necesita al menos algún cambio menor en el Tratado por razones simbólicas y prácticas. Sin embargo, aunque Cameron consiga que otros Estados miembros accedan al cambio del acuerdo, será imposible lograr que se ratifique en los Veintiocho antes de un referéndum. Por esa razón, los funcionarios sugieren que Cameron puede necesitar algún tipo de cheque retroactivo o pagaré que establezca ideas para la modificación del Tratado que podrían ser ratificadas en el futuro. Este movimiento se hace eco de la promesa que los partidos mayoritarios hicieron a Escocia, con la que se comprometían a reformas después de las siguientes elecciones. En el caso de que los proeuropeos ganen un referéndum sobre la base de un cheque retroactivo que sea ratificado antes de la próxima elección, le estarían escribiendo los materiales de campaña al UKIP.

¿Tendrá éxito la campaña de Cameron?

Incluso si éste logra negociar todos los cambios de su agenda, es una apuesta segura afirmar que muchos de sus diputados no pensarán que van lo suficientemente lejos. Además, —aparte de las promesas sobre los beneficios sociales para los inmigrantes de la UE— la mayoría de los cambios son atractivos para las élites. Una de las características interesantes de la subida del UKIP es que ha provocado que muchos votantes de partidos mayoritarios reconsideren sus coqueteos con la idea de abandonar la Unión (encuestas recientes muestran que los partidarios de permanecer en la Unión Europea están en un 45% frente al 35% que quieren abandonarla, el margen pro UE más alto desde hace varios años). Si nos basamos en las encuestas, el referéndum se puede ganar, pero la votación sobre la independencia de Escocia mostró la dificultad que tendrá el bando proeuropeo para articular una campaña basada en contraponer los riesgos de dejar la Unión con la esperanza de la independencia; ofreciendo beneficios económicos para contrarrestar los llamamientos de los partidarios de la salida a favor del autogobierno y aglutinando a las élites empresariales de la UE contra los populistas partidarios de la salida.

El referéndum escocés también mostró los peligros de tener una sola campaña centralizada. Sería mucho mejor para el bando del ‘sí’ tener una red flexible de diferentes campañas que pueden permitir que el bando pro Unión llegue a los jefes y a los sindicatos, a los partidarios y a los opositores del Área de Libre Comercio Trasatlántico, a los cosmopolitas y a los nacionalistas pragmáticos. La pregunta final es si otros Estados miembros de la UE pueden hacer algo para evitar la salida de los británicos. Ese es tema para otro artículo (The British Problem and what it means for Europe), pero pueden tener un papel más importante de lo que piensan. Otros líderes pueden tratar de persuadir al Gobierno británico para que apoye las reformas generales en lugar de un cambio de Tratado. Pueden desarrollar una agenda común en materia de inmigración, autogobierno y crecimiento. También podrían persuadir a importantes empresas que se benefician de la presencia británica en el mercado único —de Ikea y Findus a BMW y Deutsche Bank— para que se manifiesten sobre los riesgos económicos de una salida.

Todo el proyecto político de Cameron se ha basado en volver a reunificar el partido tras el caos de los años de Major. Es una paradoja que vaya a acabar en un apuro similar al de su antiguo jefe, John Major, que prometió utilizar sus cláusulas de exención para devolver a Gran Bretaña al “corazón de Europa”. Los líderes de los demás países de la UE esperan que el referéndum tenga más éxito exorcizando los fantasmas europeos de su partido.

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