El circo se había instalado en Pontevedra y yo tenía como máximo cuatro años. El leopardo fue obediente y subió al taburete que le había ordenado el domador, pero se salió del guión y, dando la espalda al público, levantó la cola y nos roció con un espectacular chorro de pis. Bastante poca cosa si comparamos aquella salida de tono con el trato degradante de todo domador hacia los animales salvajes a los que tortura y humilla como si fuera la cosa más natural del mundo. Claro está que hace tiempo ya que no dedico atención a esos repulsivos espectáculos, pero a veces cuando he visto a un arrogante domador meter la cabeza en la boca abierta de un león, he lamentado que las mandíbulas no se cerrarán de golpe acabando así con la vida y la carrera del virtuoso tirano.
En un planeta donde los niños del tercer mundo son devorados por las moscas o mueren de inanición a velocidad que crece exponencialmente, donde la miseria está a la orden del día y donde tantas lágrimas causan los desahucios , quizá hablar de derechos de los animales pueda parecer un jueguecito de burgueses aburridos pero no es ésa precisamente mi opinión.
Yo creo que los niveles de barbarie y de pura incultura y bestialidad del género humano, guardan directa proporción con su capacidad de torturar a nuestros semejantes no humanos, obligándolos a hacer él ridículo en los circos, sometiéndolos a cadena perpetua en los zoológicos o incluso transformando la muerte ritual de un toro inocente en espectáculo público. Y viceversa: nuestros niveles de civilización se muestran en el respeto y la sensibilidad hacia los animales. Probablemente lo peor del caso es que, como dije en mi conferencia UTOPÍA, lo tenemos delante y no lo vemos.
¿Cómo es posible que mayores y niños asistan sin morirse de asco ante el degradante espectáculo de un humano disfrazado con botas y charreteras brillantes, como un general de opereta, que mata de susto a leones, tigres, elefantes y lo que se tercie, soltando chulescamente golpes de látigo para que sus víctimas hagan el payaso? Supongo que esta aparente paradoja se debe a que precisamente nos sientan en primera fila desde niños a contemplar esa basura y nos fuerzan a creer, con los procedimientos que Bakunin llamaba “envenenamiento social”, que es algo que está muy bien.
¿Cómo es posible que consideremos simpático o bonito mantener encerrados en los reducidos espacios de los zoos a animales salvajes nacidos para correr y ser libres? En el divertido y se supone que educativo “Oceanografic” de Valencia un beluga macho lleva años sin moverse del sitio, con un muermo persistente que no es más que la tristeza del encierro de por vida a la que los torturadores humanos lo han sometido.
¿Alguien cree que es de esperar un sentimiento de compasión en la turba de turistas ávidos de cositas nuevas que ver? Pues no. A todo el mundo le parece sensacional que unos desalmados le hayan echado el guante a esos animales que corrían, nadaban, saltaban y vivían en libertad para meterlos presos en cárceles o acuarios. Cuando era pequeño no entendía por qué razón los animales del zoo no podían reproducirse y tener bebés. Pero pronto lo entendí. Si os arrancaran de vuestro entorno salvaje y feliz donde el mundo entero era vuestra casa y os metieran en un receptáculo de veinte metros cuadrados sin explicación y para toda la vida, vuestra libido creo que no estaría para tirar cohetes. Y esto me parece especialmente trágico en el caso animales muy superiores y sin duda inteligentes, como los primates, que simplemente sufren lo indecible porque se mueren de aburrimiento.
¿Puedo preguntar con qué derecho se hace esto, o quizá la pregunta resulta excesivamente näive?
Tuve el privilegio de poder trabajar codo con codo con activistas de Baleares en la defensa contra las prospecciones petrolíferas en el golfo de Valencia, y la suerte de haber contribuido a que la petrolera se aburriera e hiciera las maletas. Por eso puedo decir que no solo defiendo a los humanos habitantes de la Costa, sino también a salmonetes, pulpos, erizos, ballenas, delfines y sirenitas. Todos habrían sufrido un holocausto si no hubiéramos conseguido parar a los petroleros y a su amigo el ministro Soria. Por esto me pidieron recientemente ayuda para luchar contra el acuario de Las Palmas.
Pues bien, en el curso de una reunión de ecologistas y activistas anti petróleo convocada y coordinada por GREENPEACE, tuve ocasión de proponer la puesta en marcha de una iniciativa ciudadana europea (el equivalente europeo de una iniciativa legislativa popular) para obtener una regulación que proteja definitivamente el Mediterráneo de monocultivo de petróleo ¿El resultado? Ni el menor caso, a pesar de la interesante red de activistas y sedes de Greenpeace en todo el viejo continente.
A vista de todo esto, mis deseos para 2016 son que el homo sapiens abra los ojos a sus propias miserias y sea capaz de ver su conducta aberrante hacia el resto de la Creación y de avergonzarse de ella, y con esto se cierren y archiven todos los zoológicos, acuarios y circos. Y también que el Todopoderoso llene de luz los corazones de los responsables de organizaciones como GREENPEACE, para que digan sí a la iniciativa ciudadana europea y pronto podamos ver al Mediterráneo transformado en un santuario cuyos habitantes no deban temer nunca más que los industriales del petróleo conviertan su mar en un gigantesco campo de exterminio.
Dedicado a Pilar Carril
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