Quizá la velocidad de los hechos que trascurrieron este año, deje como resultado una especie de mareo, de vértigo, de estado de incertidumbre con una cuota de desasosiego y un aroma a esperanza.

Seguimos aquí, en este mundo, el enorme y pequeño mundo, donde habita la especie humana, ésta que tanto está dando que hablar.

¿Pero qué nos pasa?, ¿Qué está pasando? ¿Qué locura generalizada, qué desvarío genético, hormonal, psíquico está acuciando a los seres humanos?

Cuanta ignorancia estamos acumulando, cuanto sentimiento destructivo, que intoxicados estamos de todo…..que triste pasar, si no hace falta más que detenernos a mirar a nuestro alrededor.

Que mal lo estamos haciendo. Todos, entre todos.

Que pérdida de valores, de rumbo,  que poca evolución como especie, ¿qué escarmiento necesitamos?

Existen días en donde al levantarme e informarme, pienso que el mundo empezará a temblar despacio hasta convertirse en coctelera y explotar cual enojo universal, quizás muchos serian lanzados al espacio sideral y quedaríamos más livianos.

Pero soy de las que con cabeza en alto y alegría, creo. Creo en que lograremos hacerlo bien, mucho mejor, convencida estoy. Pero depende de cada uno, está en nosotros mismos, muy dentro, en el corazón, en nuestra condición, en nuestro trabajo cotidiano para jamás dejar de crecer.

Ya no sirven, a mi buen entender, los quejidos desgastantes, las soberbias, los sabelotodo, los axiomáticos, la violencia, los extremos, el desorden y tanta cantidad más de ingredientes, que están produciendo en esta humanidad  una desnaturalización de la especie y sobretodo de la razón de la existencia.

Reflexionemos. Y desde un epicentro, ¿a qué has venido a este mundo?, ¿que sencillo, no?, pero no lo es. Y si logras contestarte esa pregunta, o al menos acercarte a un bosquejo de respuesta, seguramente nunca dirías que tu pasar fuese para algo inútil, malo o destructivo.

Así que este año, cuando el calendario indique que ya empezamos a medir otro año nuevo, pregúntate lo mismo, es mi propuesta, ¿a qué vine a este mundo?

Desmárcate del conflicto inútil, aléjate de la violencia, alértate cuando pierdas el tiempo en defensa de tus razones y no en consenso. Aprendamos a escuchar, ejercitemos el análisis, sopesemos las probabilidades, tomemos decisiones que no vayan en contra de nada ni nadie, disfrutemos de nuestra condición y del mundo.

Convivamos. Convivamos. Convivamos.

Porque es lo que estamos haciendo, convivir en un espacio y en un planeta que no es nuestro, es de todos, del que se está por ir para siempre, del que está y del que vendrá. Respetemos.

No convirtamos en absurda la sencillez, que no sea pueril admirar la belleza, que no te digan que es de tontos hablar de amor.

Vamos a reinventarnos, cada día, cada año cada segundo. Vamos a esculpirnos el cerebro, los cuerpos y las alegrías.

Ya que muchos habitantes de este mundo estamos bajo el mismo influjo, como me dijo hoy un gran afecto del alma, “que esta Navidad te permita relanzarte. Es un nacimiento. A aprovecharlo”