La organización ha visto decenas de cuerpos en el depósito central de cadáveres de la ciudad, y ha visitado algunos de los muchos lugares de Bangui donde se calcula que se han refugiado unas 60.000 personas. Según las informaciones que llegan desde Bossangoa y en otros lugares del país, la situación allí es similar.

“El gran número de personas que huyen de sus hogares en busca de un lugar seguro donde refugiarse indica el miedo generalizado y la profunda inseguridad que reina en los barrios de Bangui”, informa desde Bangui Christian Mukosa, experto en República Centroafricana de Amnistía Internacional.

El número de personas que se refugian en estos lugares se incrementa por la noche con quienes abandonan sus hogares para esconderse en los recintos de las iglesias y otras zonas que consideran más seguras al aumentar las probabilidades de que se produzcan ataques en las zonas donde viven.

Incluso en estos campamentos, la seguridad dista mucho de ser suficiente. Las personas desplazadas informan de que las fuerzas gubernamentales de facto, conocidas como los ex Seleka (ex combatientes de Seleka), llevan a cabo ataques esporádicos contra los campamentos y las zonas aledañas.

Amnistía Internacional visitó un campamento creado alrededor de una iglesia, donde según los cálculos había unas 3.000 personas refugiadas, y que sólo contaba con la protección de un puñado de soldados de las fuerzas de mantenimiento de la paz africanas en las verjas de entrada.

“Ciertas zonas de Bangui son extremadamente vulnerables a los ataques y necesitan urgentemente una protección material adecuada”, ha dicho Christian Mukosa.

“Esto incluye los hospitales, especialmente si se quiere evitar que se repita lo que ocurrió en el Hôpital de l’Amitié, donde, según los informes, las fuerzas de Seleka sacaron al menos a 10 hombres del hospital y les dispararon.”

La llegada de las tropas francesas, en general bien acogida por los habitantes de Bangui, se considera que ha evitado un derramamiento de sangre aún mayor con sus patrullas por toda la ciudad, tanto en vehículo como a pie.

La Fuerza Multinacional de África Central (FOMAC), compuesta por tropas de mantenimiento de la paz de países africanos vecinos, también está desempeñando una importante función de protección en algunos lugares de la capital, Bangui, y en otras zonas del país, aunque muchas de las personas entrevistadas en la capital desconfiaban de su contingente chadiano por considerarlo simpatizante de las fuerzas ex Seleka.

El recuento oficial de muertos en Bangui desde la explosión de violencia de la semana pasada supera ahora las 400 personas, pero se calcula que hasta un millar de personas pueden haber perdido la vida desde que el 5 de diciembre se desató la violencia. Puede que nunca se sepa el verdadero número de muertes.

Según numerosos testimonios, muchas personas fueron enterradas en los barrios donde perdieron la vida y no han entrado en el recuento oficial. Amnistía Internacional visitó el 8 de diciembre tres patios de viviendas en los que había enterramientos en el barrio de Castors de Bangui.

Amnistía Internacional ha recibido también información sobre la proliferación de diferentes tipos de armas dentro de comunidades cuyos miembros sienten una desesperada necesidad de protegerse, tanto armas de fuego y granadas como machetes y otros instrumentos de defensa más básicos.

Según la organización, la iniciativa de desarme iniciada por las tropas francesas el lunes es una medida muy necesaria para detener la violencia entre grupos armados, pero será difícil de llevar a la práctica.

“La violencia ha provocado una gran ira en toda la República Centroafricana. Los grupos se acusan mutuamente de lo ocurrido. Si bien no hay una solución rápida para esta crisis, que se ha gestado durante años, las tropas de mantenimiento de la paz pueden ayudar dando prioridad a la protección de lugares vulnerables y grupos de civiles”, ha dicho Christian Mukosa.

“Estos contingentes deben trabajar con el objetivo de que la gente pueda regresar a sus hogares y vivir en ellos en condiciones de seguridad, sin miedo a represalias y ataques, lo cual no sucederá a menos que la protección y los recursos sean los adecuados.”

amnistia.org