¿Las generaciones que llegan a un paso de la nuestra podrán decir que esperaron en vano que las presentes generaciones cumplieran el compromiso supremo que es, en palabras del Presidente Nelson Mandela, actuar de tal modo que nuestro legado intelectual y material no signifique un retroceso? ¿Qué la habitabilidad de la Tierra no sea peor que la que nosotros hemos vivido? ¿Qué los puntos de referencia, los principios y asideros éticos no les permitan iniciar su amanecer con esperanza?

Seguimos torpemente anclados, especialmente en Occidente, a un sistema que, al sustituir los valores por las leyes mercantiles y el multilateralismo democrático por grupos oligárquicos, ha conducido a una situación de enormes disparidades sociales y de exclusión, ya que el 80% de la humanidad no halla cobijo en el barrio próspero de la aldea global, donde habita tan sólo el 17-18% de la población.

Sabemos el genocidio diario de miles de seres humanos que mueren de inanición y desamparo. Pero seguimos atentos a las fluctuaciones de unos mercados que no benefician en nada a la gran mayoría de los habitantes de la Tierra y nos dejamos entretener por un enorme poder mediático, que uniformiza, convirtiendo a los ciudadanos en espectadores impasibles, radicalizando el partidismo, especialmente el deportivo, en grado sumo.

“El sistema político-económico actual -ha escrito Noam Chomsky recientemente- es una forma de plutocracia que diverge fuertemente de la democracia, si por este concepto nos referimos a los acuerdos políticos en los que la norma está influenciada de manera significativa por la voluntad pública”.

Con la mirada puesta exclusivamente en los beneficios económicos a corto plazo, se siguen aplicando a los desafíos de hoy fórmulas de ayer, ya periclitadas e ineficaces, en lugar de cuidar con toda la atención que merecen las condiciones de vida de las “generaciones venideras”, como con tanta clarividencia se inicia el inigualable texto de la Carta de las Naciones Unidas.

La solidaridad intergeneracional exige de modo especial abordar aquellas cuestiones potencialmente irreversibles en las que el tratamiento debe aplicarse a tiempo, antes de que sea demasiado tarde y se hayan alcanzado puntos de no retorno. Las prioridades, vale la pena reiterarlo, son: alimentación; acceso al agua; servicios de salud para todos; cuidado del medio ambiente; educación; energías renovables; paz.

La irresponsabilidad culposa de algunos gobernantes –en particular los del Partido Republicano de los Estados Unidos- ha llegado a favorecer una enseñanza que, como hizo la Fundación Exxon Mobile durante años, niega el cambio climático y las consecuencia deletéreas de una combustión excesiva… mientras que, con gran sufrimiento personal, son muchos los seres humanos que se ven afectados gravemente por los “efectos colaterales” nocivos, que se disfrazan o silencian.

Rigor científico. Y adopción de posiciones que, ampliamente secundadas, presencial o virtualmente, por millones de personas logren desenmascarar a quienes se oponen a facilitar la información veraz que los pueblos merecen.

Democracia a escala global, con unas Naciones Unidas de gran autoridad moral y física; democracia a escala regional muy urgente en Europa y democracia a escala local, en la que los ciudadanos cuenten y participen –ahora ya es posible gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación- y existan mecanismos correctores de las afrentas a la democracia que representan las mayorías absolutas parlamentarias, sobre todo cuando se fundamentan en resultados electorales pretéritos…

Alcemos nuestra voz en favor de la transición desde una economía de especulación, deslocalización productiva y guerra a una economía de desarrollo global sostenible y humano. La seguridad planetaria no puede asegurarse de otro modo. Hagamos posible que el consumo de carburantes sea atemperado por un gran desarrollo de las fuentes renovables de energía. Y limpiemos el mar, que ocupa el 70% de la piel de la Tierra y es su gran pulmón… y el de las generaciones venideras.

Los clatrenos, “oro submarino”, los carburantes obtenidos por “fracking”, deben ser utilizados con criterios guiados por el conocimiento científico y no por los beneficios económicos…

Pensemos en nuestras responsabilidades intergeneracionales.

Ahora podemos. ¿Nos atreveremos?

 

federicomayor.blogspot.com