Seguro que los lectores españoles sabrán por las noticias la actitud y palabras de la ex comisaria de Pontevedra, Estíbaliz Palma. La titular provincial ha sido destituida fulminantemente de su puesto.

Al parecer fue la primera mujer en alcanzar este puesto en Galicia y su hoja de servicios no tiene nada que envidiar a la de sus compañeros masculinos. Pero la falta de prudencia, de tacto y de estilo han terminado con su carrera. Fue durante una comida de compañeros en Vigo, que pretendía homenajear a un agente antidisturbios herido durante los graves incidentes sucedidos en Catalunya tras la sentencia del Procés.

La mujer, podría haber sido un hombre, se vino arriba, motivada por el ambiente de camaradería y lanzó un inapropiado y despiadado: Ya les gustaría a algunas que las violara un UIP, es decir, un agente antidisturbios. Fue un exceso y una emética frase indigna de ella misma y de la que creo estará más que arrepentida.

Sin embargo, después de escuchar el vídeo del momento, lo que más duele son las risas y la algazara de muchos de los presentes. Y duele porque evoca algo que nunca debió suceder y de lo que, creo, no estarán demasiado orgullosos los que lo vivieron.

Aquellos hombres alejados de sus casas, hacinados en un crucero nada de recreo, pintado con un nada lúdico y ridículo Piolín amarillo, se vieron obligados, por la mala gestión de sus superiores y por la falta de eficacia política, a reprimir a sus conciudadanos y a ejecutar un ruido innecesario y exagerado. Tanto, que con tanto ruido no se oyó el ruido del mar… Sospecho que aquellos hombres hastiados y cabreados, no tendrían ni el humor, ni la fuerza, ni el derecho, ni la legitimidad para violar a nadie; salvo a su propia dignidad y a la de sus mandos.

Y cuando todo parece perdonarse –no olvidarse– aparece de nuevo el ruido innecesario, el ruido del pasado, el ruido del machismo trasnochado. El ruido de manzanas, que si no lo evitamos, se acabarán por pudrir; demasiado ruido aunque se escuche desde Pontevedra.