Debemos sembrar con fuerza la simiente necesaria para concienciar las mentes y el corazón en mejores acciones por y para la naturaleza y el medio ambiente; una labor ardua y difícil pero que ello, nos garantizará que el futuro escriba una nueva historia de lo que fue la tierra, trabajando en la creación de una nueva conciencia. El futuro de nuestro planeta está en nuestras manos, en las acciones diarias e individuales, ya que lo que nos muestran los líderes mundiales en sus conferencias, es la preferencia por el desarrollo del capital en detrimento de la vida.

He visto y he sentido en mis cortos viajes, como la tierra es una pequeña aldea y el hombre la termita que lo arrasa todo. Comidas desperdiciadas en contenedores, montañas de plástico amontonadas en las calles, jóvenes adictos al juego, a la bebida, a las drogas promovido por los constantes mensajes anunciando una vida mejor: primero promoviendo la insatisfacción para después venderte la satisfacción plena. Vivimos en una civilización hedonista, compramos felicidad a través de un consumo sin obstáculos y desmesurado consumiendo un 30% más de lo que la Tierra puede reproducir.

La tierra grita y el mundo gira su cabeza y tapa sus oídos. No queremos ver, no queremos oír, no queremos sentir. Rehusamos ser conscientes de la realidad que nos envuelve, vivimos en la doble moral de posar una mano sobre nuestro corazón y en la otra mantener el martillo.

Enseñemos a nuestros hijos a pensar, a deducir y seamos un ejemplo para ellos para que pongan el freno al maltrato a nuestra tierra, a nuestra agua, a nuestro aire, asumiendo una tarea salvadora ya que no podemos confiar nuestro destino a los representantes políticos porque ellos nada harán por nosotros; están demasiado ocupados mirándose el ombligo.

Leonardo Boff en una de sus entrevistas dijo: «el bien que hacemos no queda reducido a nuestro espacio personal. Ese bien resuena lejos, se irradia y entra en las redes de energía que vinculan a todos con todos, reforzando el sentido profundo de la vida. De ahí pueden ocurrir surgimientos sorprendentes que apunten hacia un nuevo modo de vivir sobre el planeta y nuevas relaciones personales y sociales más inclusivas, solidarias y compasivas”.

Nuestra tierra cada día pierde más y más sustentabilidad y biocapacidad. Nuestra tierra no aguanta más y nos lo advierte cada día.

Dejemos que cante el ruiseñor y envuelva con su canto el cielo, entonces quizás, vuelva la felicidad envuelta en el aire y todos podamos ser más con menos.