Con el tiempo la tendencia a sustituirlos por supermercados ocasiona la desconexión perfecta, lineal y autómata, perdiendo el nexo con la tierra que los campesinos portan en la piel y se siente cuando nos entregan la comida directamente de sus manos o cuando responden nuestras preguntas con el corazón, con el ceño fruncido o el silencio cansado de tanta negociación. Cualquier ciudad moderna que se precie de tener un mercado campesino, puede decir que posee un portal interdimensional para ingresar a la realidad que tanto tiempo lleva queriendo negar.
En la ciudad de La Paz existe un letrero esperanzador muy cerca del centro en la parte baja del barrio de Miraflores que dice «Mercado Campesino Zenobio López», que debe su nombre a un obrero que falleció muy cerca de ese lugar en un tiempo crítico, cumpliendo trabajos municipales.
En la primera década del año dos mil, siendo Juan del Granado alcalde de La Paz, se inauguró este espacio como mercado campesino en un sitio geográficamente opuesto al histórico centro de abasto alimentario monopolizado por los filtros duros de intermediación entre el campo y ciudad que se encuentran instalados desde hace 5 décadas en el barrio de San Pedro, hacia el lado oeste, en el mercado Rodríguez y sus calles adyacentes, cuyo poder político controla toda la cadena de precios y es el referente de cotización diaria para la balanza del gobierno central.
Además, San Pedro también es el punto neurálgico receptor de grandes volúmenes de alimentos que llegan por importación y contrabando, desde donde se distribuyen al resto de la ciudad, por lo cual los precios de los alimentos primarios no son establecidos por los productores.
Pero volviendo a Miraflores, lamentablemente varios factores interrumpieron el proceso de consolidación campesina de este mercado. Por una parte, un acontecimiento de carácter apocalíptico obligó a la alcaldía a instalar casetas de auxilio para familias afectadas por el denominado “megadeslizamiento” que destruyó 5 zonas y afectó a seis mil familias en una noche de terror que hasta la fecha los paceños y paceñas no terminamos de entender y tuvo como consecuencia la ocupación del mercado campesino por varios años muy a pesar de que se había anunciado que el auxilio sería solo por unos meses.
Otro factor fue que no se logró aplicar el acuerdo firmado entre la alcaldía de La Paz y las alcaldías vecinas como la de Palca, cuya población se dedica a la agricultura, para llevar adelante un uso racional, normado y sostenible del mercado.
Entre otros factores se pueden destacar que comunidades de los macrodistritos rurales de Zongo y Hampaturi que tienen prioridad de uso del mercado por jurisdicción territorial, no terminan de mostrar interés. Y un último factor que se citará por ahora es que la Alcaldía de La Paz gestiona y promociona algunas ferias en este lugar a manera de experimento para fundamentar su consolidación y mantiene a la ciudad pendiente del pasito final que es la reinauguración como el auténtico mercado campesino abierto permanentemente con su calendario rotativo regionalizado que refleje la infinita diversidad alimentaria boliviana procedente de la agricultura familiar eminentemente rural, pero que además, también encuentra propuestas importantes en la pequeña producción urbana de transformados artesanales.
Como muchas ciudades, La Paz crece y transforma de manera acelarada su estructura urbana, de eucaliptales y pastizales circundantes a nuevos barrios periféricos, pobres o ricos y las antiguas casas residenciales en las zonas centrales, a edificios de departamentos, lo que incrementa la demanda de puntos de provisión alimentaria que rompan la dependencia gravitacional de un solo centro de abastecimiento tradicional, a varios puntos estratégicos de oferta diversificada que no contengan el estrés efervescente de zonas como Villa Fátima o el Cruce de Villas, donde los mercados pensados como edificios no han solucionado el desorden de ferias improvisadas en las calles, porque ninguna vendedora desea estar en un segundo o tercer piso, todas prefieren estar afuera, al alcance de los transeúntes para no perder ni una sola posibilidad de venta.
Esta faceta de la cultura urbana es una constante cuando la economía nacional se asienta en la informalidad multifacética e improvisadora.
DEBATE MUNDIAL
En este momento, la pandemia que nos ha traumatizado a nivel global, es una de las consecuencias de la deteriorada gestión alimentaria que tiene como uno de sus rasgos el tratar a los alimentos como mercancía y no como la extensión de nuestros mismos cuerpos para hacer posible su existencia e interacción con el contexto biológico para convertirse en cierto momento en alimento de la tierra y de otros organismos vivos. Mientras no asimilemos que formamos parte interdependiente de un cuerpo más grande, seguiremos siendo el cáncer en el que nos hemos convertido como especie para el planeta.
Los gobiernos y los medios mantienen la atención mundial sobre la vacuna, pero no se habla de implementar políticas de preservación de las fuentes alimentarias para garantizar su diversidad y regeneración. Es más, en Bolivia en este momento han empezado las quemas en la región amazónica para intensificar la agroindustria soyera y ganadera allí donde solo con mantenerse como selva ya tiene la capacidad de sustento suficiente para todo el territorio boliviano en variedad de especies alimentarias y en volúmenes de demanda per cápita necesaria para vivir.
Este panorama configura un sistema alimentario altamente emisor de gases de efecto invernadero a través del método del monocultivo entre el dióxido de carbono por uso de fuegos, el metano por la defecación masiva y concentrada del ganado, correlacionado con un consumo intensivo de carne procedente de agroindustria y derivados de soya como el aceite, comida para ganadería que refleja todo un modelo articulado a las corrientes internacionales desproporcionadamente concentrado en carbohidratos, grasas y azúcar.
ESPACIO MUNICIPAL DE REFERENCIA ALIMENTARIA
Por otra parte, en cuanto alcancemos a comprender que un mercado alimentario puede llegar a ser educativo para restablecer hábitos saludables y también recordar que existe un ciclo agrícola natural, podremos convertir el lugar de abastecimiento en todo un centro de atracciones armonizado a los cambios estacionales de la naturaleza.
La planificación municipal es el elemento clave del sistema alimentario para engranar campo y ciudad con el diseño e implementación de espacios que se conviertan en referencia alimentaria, basados en una relación directa entre productor y consumidor en circuitos cortos donde, además de los productos, la información pueda fluir de forma más directa, desprovista de mitos y suposiciones, de manera que se genere un circuito de confianza, de dinámica económica circular donde el dinero gastado en productos locales retorna en tiempo más corto que el gastado en cadenas largas de suministro.
Pero además, de intercambio fluido de conocimientos sobre la calidad mínimamente requerida para responsabilizarse por la naturaleza a través de una gestión alimentaria biológicamente coherente.
En memoria de Beimar Rodríguez, uno de los primeros gestores de la recuperación del «Mercado Campesino Zenobio López», que partió el 16 de julio de 2018.
No Comment