En el momento en que la comunidad internacional evalúa si hemos cumplido los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), lo primero que podemos constatar es que, desde que éstos se definieron, la agenda de salud global ha sufrido una transformación profunda. De aquellas promesas cuya misión era evitar las muertes prevenibles en países de renta baja, el interés ha girado, en poco más de una década, hacia inquietudes mucho más cercanas. Los recortes en los sistemas de salud en los países del Estado de bienestar, la falta de investigación para dar respuesta a la creciente resistencia a antibióticos o el inaccesible precio de los medicamentos innovadores para curar enfermedades como la hepatitis C desvelan una nueva realidad.