Los Trasteros se han puesto de moda.

Las diminutas dimensiones de los nuevos pisos adaptados a las exiguas economías de los, cada vez más empobrecidos trabajadores y jubilados de nuestro otrora floreciente país, obligan a muchos a buscar un espacio complementario en el que guardar algunas pertenencias, recuerdos o la ropa de invierno que, al menos en Canarias, ya nadie recuerda cuál era su utilidad.

Tengo un amigo cuya maltrecha situación económica obligó a vivir compartiendo alquiler con su madre y su hermana. Quiso la desgracia que ambas fallecieran con dos días de diferencia haciendo que él se viera en la necesidad de dejar el que había sido su hogar y marcharse a vivir con su novia de los últimos años, tras sufrir un ictus que afectó principalmente a su carácter.

Hace tres meses ella llamó a una ambulancia que lo trasladó al hospital sin que él fuera capaz de explicar los motivos; insistía en que se encontraba bien. Tenía razón, pues al día siguiente, le daban el alta sin que le hubieran encontrado absolutamente nada. Ella no quiso recogerlo; acabó por cansarse de sus manías.

Unos días más tarde pude visitarlo; “en el otro ala de urgencias”, me dijeron.

El “otro ala de urgencias” no era el ala oeste de la Casa Blanca; era una deprimente sala común con hombres y mujeres hacinados en un espacio en el que las camas estaban separadas por una cortina, con tan pocos centímetros de distancia que casi no pude acercarme para darle un abrazo. En la sala sólo hay una mesa desde la que una enfermera vigila que no pase nada, pero no son pacientes, no están bajo la tutela de nadie, algunos están bien, otros han perdido la cabeza, unos gritan, unos lloran, alguien exige ¿derechos?

Los Parias no tienen derechos

Mi amigo siempre fue una persona respetada por sus conocimientos futbolísticos, por sus buenas relaciones con ¿lo mejor? de la sociedad tinerfeña, por ser un leal amigo de sus amigos y por ayudar a cuantas personas se le acercaban buscando un contacto para cerrar algún negocio.

Muchas de esas personas se volvieron importantes, lo que significa que ni deben el favor ni están obligadas a sentir gratitud. Ahora, me preguntan por él y aceleran el paso antes de que les diga que pueden ayudar, que los apartamentos que consiguieron con su ayuda y que se estropean cerrados, podrían facilitar los últimos años o meses de la vida a un hombre al que llaman amigo.

Y hoy, día triste para todos mientras Tenerife fenecía bajo un fuego aterrador que no da tregua, descubro que por fin El Hombre, Ser Privilegiado de la Creación, se ha superado a sí mismo inventando los “Trasteros Humanos”. Unos maravillosos edificios modernos y con gimnasio para que tires allí a los mayores que ya no te son útiles.

Luego te compras un perro para poder decirle a todos que eres una persona noble de corazón generoso.

Mi amigo solo es uno más de Los Olvidados, y parece haber aceptado su destino, pero los demás aún estamos a tiempo de revisar nuestro pecho en busca de un corazón. Quizá así nos libraremos de volver de nuevo a las cavernas.