Se me ahogan las lágrimas.

Palabras atropelladas de lamentos que,

entre nudos de mariposa,

asfixian mi garganta.

 

Suspiros entre gritos llenos de silencio.

 

¡Quiero gritar y grito!,

pero sólo polvo de cinabrio

reciben mis aciagos ojos

envueltos de un sudor frio,

ávidos de esperanza,

legados del tiempo.

 

Un mar en calma,

una masa de agua salada me acaricia,

me mece, me besa el alma,

cicatriza las heridas de mi ajado cuerpo.

 

Una bandera blanca, sin nombre,

izada al viento arriba a puerto.

 

Una bandera blanca de Paz y Libertad.

 

Mis lágrimas ya no lloran.

Mi cuerpo reposado mira al azul cielo.