Vivimos en un mundo en el que todo lo que aprendimos en el colegio sobre valores dignos ha dejado de ser válido y donde tenemos que aprender sobre la marcha, día a día, los nuevos valores (mejor llamarlos antivalores), que son como el credo de los esclavos.

Vivimos en un mundo en el que los terribles amos ya ni siquiera se esconden ni disimulan, y en el que no solamente se atreven a todo a vista y paciencia del público, sino que lo hacen con toda intención, a fin de que sus medidas represivas sirvan de advertencia para el próximo que se atreva a aplicar los viejos valores, especialmente los asociados a la justicia.

Vivimos en un mundo en el que esos amos son intocables y donde quienes les piden cuentas son exterminados.

Nuestro mundo es hoy una ciénaga cuya inmundicia, para ser adecuadamente limpiada, necesita de todo lo bueno: Buena gestión, buen pensamiento, buena planificación, buen análisis… Pero sobre todo buenos sentimientos y buenos valores.

Por eso votaré a Elpidio José Silva Pacheco, ahora y siempre. En estas elecciones europeas o en cualesquiera otras a las que se presente. Al menos mientras me siga transmitiendo lo que me transmite hoy. Los héroes del pueblo no son esos idiotas engreídos que sacan pecho, sino ciudadanos modestos, incluso oscuros, que se tornan heroicos por el mero hecho de cumplir con su deber. No son los héroes del pueblo encantadores de serpientes de brillante oratoria ni manojos de secreta ambición disfrazados de intenciones nobles. Son como nosotros, pero con una grandeza que había permanecido oculta hasta que el destino intentó comprar con una prueba inesperada su honor, su capacidad de sacrificio y su sentido del deber.

Entre los misteriosos equis que insisten en ocultarse a la luz del sol, un candidato a sueldo del gobierno de otro país (según dicen), un ex juez ex estrella con más fama que merecimiento y un tocayo mío acusado (no sé si con razón) de ser marca blanca del PP, me quedó con Elpidio José Silva Pacheco, que aparentemente nunca buscó fama ni estrellato, que parece obvio que no es el tapado de nadie y que en un momento de su vida se vio forzado a elegir entre la rectitud y la ignominia, e hizo a mi juicio la elección adecuada. Me quedo con este hombre incluso siendo consciente de su parte algo menos clara y de esa condena judicial por impago de rentas de un arrendamiento, según cuenta wikipedia.

Y dejo eso al margen porque no escribo este artículo con rigor ni razón, sino con las tripas. El rigor y la razón exigirían un análisis concienzudo de lo que hizo Elpidio José y por qué lo hizo, y su ajuste (o desajuste) a la ley de enjuiciamiento criminal, además de un despiece aséptico de su biografía con bisturí de precisión. Pero en este momento ni quiero ni necesito ese análisis y, teniendo en cuenta las circunstancias extremas del país, la vergüenza que siento por ser español y la necesidad urgente, extrema y desesperada de decencia en la vida pública, he decidido quedarme con las apariencias y convencerme de que Elpidio José es uno de los nuestros transformado en héroe por el destino, que ese hombre, al aplicar la ley contra un poderoso, estaba protegiendo a mi madre, a mis hijas y a mí, al mismo tiempo que al resto de los ciudadanos, y que el voto no sólo le salvará de la canallada en curso, sino que le dará alas para defender a los ciudadanos en otros foros.

No son las razones lo que mueve al pueblo ni produce los grandes cambios, sino las emociones. No son los tratados teóricos con buena elaboración intelectual lo que saca a la gente a la calle, sino las emociones. No es la racionalidad abstracta lo que nos sacará del infierno en el que vivimos, sino las emociones.

Lo que este hombre despierta en mí es una emoción que resume todos los valores que antes he nombrado. a los que en este momento crítico, de tanta necesidad, sumo la esperanza.

José Ortega es abogado y autor del blog manifiesto 2012