¡Han pasado cuatro años desde que se suscribieran los Acuerdos de París y se adoptó la Resolución en la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la Agenda 2030 (Objetivos de Desarrollo Sostenible), en  el otoño de 2015! Ha llegado el momento de adoptar, atendiendo puntualmente los datos de rigor científico, las medidas inaplazables propias de la responsabilidad intergeneracional.

Debe comunicarse al Presidente Trump que es intolerable que no siga las pautas suscritas por su antecesor. Y que no se trata de algo que afecte al pueblo norteamericano sino a la Tierra en su conjunto. Es un caso de lesa humanidad… y “Nosotros, los pueblos” no vamos a aceptar lo inaceptable.

Seguimos de cumbre en cumbre… sin que se pongan en práctica a continuación las medidas concretas adoptadas:

-En 1992 se celebró en Río de Janeiro la I Cumbre de la Tierra, suscribiéndose un convenio marco sobre cambio climático en el que los firmantes debían reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.

-En 1997 se firma el Protocolo de Kyoto dirigido específicamente a los países más desarrollados para que reduzcan emisiones.

-En 2002, la II Cumbre de la Tierra en Johannesburgo…

-En 2015 los Acuerdos de París, en la que todos los países suscriben reducir sus emisiones y, casi simultáneamente, las Naciones Unidas adoptan la Resolución ya mencionada “para transformar el mundo”.

Sin embargo, en lugar de estabilizar o reducir las emisiones, siguen incrementándose. Cada vez los horizontes se ciernen más sombríos en lugar de esclarecerse.

Ciencia y consciencia: ha llegado el momento de decir ¡basta!, de unir manos y voces –ahora que, por fin, “los pueblos” ya pueden expresarse- y forzar acciones que, de otro modo, el “gran dominio”, los grandes consorcios, seguirán entorpeciendo.

Es enormemente decepcionante comprobar que, en 2019, los múltiples aldabonazos sobre la calidad de la habitabilidad de la Tierra y las responsabilidades intergeneracionales  han sido desoídos por gobernantes inoperantes  y amilanados.

Ya en la década de los cincuenta del siglo pasado la UNESCO había creado la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y puesto en marcha programas internacionales geológicos, hidrológicos y oceanográficos, que desembocaron pocos años más tarde en la creación de “El Hombre y la Biosfera”. En 1971, el Club de Roma, con Aurelio Peccei al frente, publica “Los límites del crecimiento” y, en 1979, en la Academia de Ciencias de los Estados Unidos, se advierte  con contundencia de que no sólo  las emisiones se incrementan sino que disminuye la capacidad de recaptura de anhídrido carbónico por parte de los océanos. Inmediatamente se crea por la Exxon Mobile una fundación –favorecida acto seguido por varios países del Golfo en particular- para contrarrestar con falsedades emitidas por científicos a sueldo, las alerta de la Academia de Ciencias. Pasaron varios años hasta que en la revista “Newsweek” se descubrió la gran mentira… y no pasó nada. La fuerza mediática y de distorsión del “gran dominio” (financiero, militar, energético, mediático) es de tal calibre que logra inmediatamente “normalizar” situaciones que deberían, bien al contrario, propiciar acciones muy firmes de asociaciones multilaterales y de países gobernados responsablemente.

En 2015, gracias en buena medida al Presidente Obama -¡hasta el Papa Francisco escribió una encíclica “ecológica”!- se lograron los Acuerdos de París, suscritos por la práctica totalidad de los países del mundo… y todo parecía indicar que iba a reconducirse de forma apropiada un tema que, por tratarse de procesos potencialmente irreversibles, revestía un peligro especial sobre la calidad de la vida en la Tierra.

Sin embargo -siempre el Partido Republicano de los Estados Unidos contra el multilateralismo- el Presidente Trump anunció que no iba a poner en práctica ni los Acuerdos sobre Cambio Climático ni la Agenda 2030 sobre Sostenibilidad, al tiempo que reclamaba con urgencia mayores inversiones para defensa. Y los grupos plutocráticos -¡cómo no!- accedieron inmediatamente para que el “consorcio bélico-industrial” de los Estados Unidos siguiera creciendo y alcanzara a superar los más de 4000 millones diarios con que cuenta actualmente para gastos y armas militares, al tiempo que, no me canso de repetirlo, mueren de hambre miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad.

¡Además, Estados Unidos se ha convertido, utilizando el procedimiento  contaminador del “fracking”  en gran productor y exportador (¡) de petróleo! Y es necesario y urgente conocer qué está sucediendo en la Amazonia e identificar a los culpables…

Ha llegado, pues, el momento de la firmeza, de la lúcida advertencia a quienes, por la irreversibilidad potencial de muchos procesos, amenazan gravísimamente el porvenir de la humanidad en su conjunto, de que no hay más gobernanza que la de un multilateralismo bien arropado por todos para intentar detener el deterioro que afectaría a la vida digna de millones de seres humanos.

Hace unos meses propusimos un gran acuerdo de las comunidades académica, científica, artística, literaria,  intelectual en suma (https://aeac.science/pacto2019/ )  para que liderara  e impulsara grandes movilizaciones a escala mundial para el refuerzo inmediato de un  multilateralismo democrático que permitiera la puesta en práctica sin demora de los Acuerdos de París y de la Agenda 2030.

Es ahora insoslayable. Tan sólo hace unos días leíamos en la prensa que “Delhi se ahoga”… Al “portazo” de Trump debe responderse con un gran “portazo” de millones de seres humanos, especialmente los jóvenes, los más afectados por sus medidas contra el conjunto de la humanidad, lo que representaría sin duda un efecto de gran calado y corrector.

Como dijo Garcilaso, ya no podemos callar. Seríamos cómplices de un delito de silencio, de lesa humanidad.