En las próximas elecciones del domingo, casi un cincuenta por ciento de los que acudan a las urnas votaran a una de las tres derechas.

Hay todavía muchos indecisos entre estos votantes. Por eso trataré de aclararles cómo son las tres opciones y luego que cada uno decida a su libre albedrío.

El Partido Popular trata de mostrarse como el representante de la derecha tradicional. Son los defensores de la bajada de impuestos para las multinacionales y las grandes fortunas; los representantes y avaladores, salvadores – cuando es preciso – de la banca y sus excesos; defensores de los valores eternos, que ellos mismos – tradicionalmente – se saltan cuando les conviene; los guardianes de los depredadores del medio ambiente, las grandes compañías eléctricas, las petroleras y las farmacéuticas y, sobre todo, los delegados de los grupos que en la sombra gobiernan al mundo.

Leen poco, casi exclusivamente best sellers – les gustan los triunfadores -, periódicos de economía, informes bancarios y revistas pornográficas. Comen en buenos restaurantes, pero casi todo les sienta mal: la gota, los problemas intestinales y la nouvelle couisine, tienen la culpa. Duermen mal pensando en la bajada de la bolsa o en la subida del salario mínimo. Los más maduros estudiaron – con cierto éxito – en universidades públicas cuando eran casi exclusivas para ellos, las nuevas generaciones en facilonas universidades privadas de masters del universo. No son demasiados, tal vez unos miles, pero tienen más de diez millones de votos de amedrentados y temerosos votantes del pueblo llano, que tienen miedo de perder su pensión, de que los grandes empresarios se vayan a otras latitudes o, simplemente, aprensión a la izquierda.

Ciudadanos ya es otra cosa, tan de derechas como el PP, pero vergonzantes de serlo. Partidarios también de la bajada de impuestos, pero dando argumentos exculpatorios. Son los más atroces enemigos de las autonomías porque todavía no tienen en sus filas presidentes ni consejeros autonómicos, en cuanto toquen teta se les pasa. Leen bastantes libros sobre superación personal, cómo hablar en público o cómo interpretar una estadística. Repetitivos en su retórica. Aspirantes a grandes financieros y a directores de lobbies. Son, ellos y ellas, jóvenes con gran ambición, provenientes de la clase media, hijos de inmigrantes del secano y del monte, de funcionarios, ferroviarios y contables que se dejaron noblemente la piel en las grandes ciudades para dar estudios y un porvenir a sus hijos.

Los de Ciudadanos son en su mayoría niños pijos a quienes nunca invitaría la alta sociedad, la burguesía acaudalada o “los de toda la vida”, a sus fiestas, porque entienden que los verdaderos pijos son sus hijos. Son el caladero para los “fugados” de otros partidos que creen que todavía tienen su oportunidad naranja. Defienden lo que sopesan más oportuno en cada momento, tratando de que los poderosos se fijen en ellos, sin saber que los gurús del capitalismo les desprecian. Comen mal y rápido en cualquier hamburguesería – también los hay veganos – pero les gusta aparecer, de tanto en tanto, en un restaurante de la Guía Michelin. Duermen mal, demasiadas cábalas, demasiados deseos de alcanzar pronto sus soñadas metas. Sus votantes, que suben sin parar, se encuentran entre gente joven que tienen parecidas aspiraciones y entre mucho nacionalista trasnochado de la España que no se puede romper.

Por último, y no con menos aspiraciones, están los VOX, la España de charanga y pandereta, de Frascuelo y de María, que cantara Machado. Su aspecto, andares y facha, son de señorito andaluz o de explotador extremeño; sus peinados joseantonianos y sus pulseras con los colores rojo y gualda les definen. No entienden de política, tampoco de autonomías, quisieran convertir toda España en una dehesa o en su cortijo personal. Son gandules. Añoran las dictaduras porque nunca han vivido en ninguna. No leen. Son misóginos, homófonos y racistas. Les gusta comer carne, sobre todo de caza. Las armas y los toros. Duermen bien, porque no tienen problemas de conciencia, de hecho adolecen de ella. Los poderes ocultos del capitalismo feroz les observan, podrían necesitarles como los grandes industriales alemanes precisaron de Hitler… y llevaron a su país al desastre. En teoría nadie les vota, pero se llevaran una buena parte en el reparto. Si ganaran las tres derechas tendrían algunas direcciones generales inoperantes y, tal vez algún ministerio de los que no cansan. Es el voto oculto, el del Valle, el de la misa diaria, el lumpen, el de las banderas al viento… como si se pudiese comer de ellas.

Ustedes deciden. Buen domingo electoral.