Me sorprende la cantidad de personas que a esa hora están esperando, cuando la apertura del ambulatorio es a las 8:00 de la mañana.

No entiendo muy bien el por qué está la gente detrás de una verja pasando frío y bajo la lluvia, cuando hay un paso en el lateral que, una vez atravesado, puedes resguardarte en unos soportales.

Entro por el lateral y me resguardo preguntándoles el por qué no pasan. Una señora decidida ante mi insistencia, por fin gira el tirador de la puerta frontal y descubre que la puerta está abierta y que tenía varias opciones para entrar, sin embargo ninguno de los que allí se encontraban tuvo la iniciativa de intentarlo, permaneciendo a la intemperie simplemente porque el primero de la fila no lo gestionó bien.

Estamos tan amaestrados que no sabemos reaccionar ante lo más sencillo. La estacas que nos restan libertan como el cuento del “Elefante” de Jorge Bucay.