Saber con certeza cuántos hombres y mujeres hay en paro, cuántos están trabajando y cuántos quisieran trabajar más y mejor, pero no pueden, es imposible. En primer lugar porque nadie lo sabe, a pesar de que disfrutamos de todos los medios informáticos y de numerosos institutos sociales, encuestas oficiales, fundaciones financieras y bancarias que nos inundan con sus datos. Entrar en la guerra de los políticos que utilizan las informaciones del SEPE (Servicio Público Estatal), las de la EPA (Encuesta de Población Activa) o las del Periódico Expansión y las de las bancos y fundaciones, amén las de los organismos europeos, de la forma que más les conviene, no aporta ninguna garantía. Tampoco debemos dejarnos engañar por las cifras sesgadas por la temporalidad.
Solo hay un hecho real y significativo: Hay más parados de los que tendría que haber para que esta fuese una sociedad activa, productiva y feliz. Y eso debe arreglarse lo antes posible. Utilizar continuamente aquello de la herencia recibida o la frase enturbiada de Guindos de que “España vive una recuperación acelerada”, no soluciona el problema de la falta de trabajo ni de la calidad de los que lo tienen.
Lo único cierto es que a final de año tendremos una tasa de paro superior al 23%, que representan más de cinco millones de parados Y eso no son solo cifras, son cinco millones de españoles que necesitan y quieren trabajar, con nombres y apellidos, deudas, hijos y con poca esperanza. Pero, además, el aumento del paro afecta cinco veces más a las mujeres que a los hombres y más de la mitad de nuestros jóvenes están sin trabajo. El poco empleo creado lo es con salarios más bajos y es mucho más precario; este año solo el 8,52% de los contratos han sido indefinidos.
En el tercer trimestre de 2011, antes de las elecciones, el número de parados estaba cercano a los cinco millones (4.998) y el número de cotizantes era de 18.458.500, nunca más superado. En este tercer trimestre de 2015 los números son demasiado parecidos: 4.850.800 parados y 18.048.700 ocupados. Para que nadie me acuse de manipular cifras, incluyo al final las estadísticas de todos estos años de EPA. Por tanto de milagro, nada. Sin embargo, algo hay de cierto, la terrible cifra de los seis millones alcanzada en el cuarto trimestre de 2012 y superada en el primer trimestre del 2013 alcanzando los 6.278.200 parados, después de año y medio de gobierno del PP, ha podido ser paliada hasta las cifras actuales, pero a costa de empleos los basura, del subempleo, de una rebaja considerable de los sueldos y de la precariedad como bandera.
Otra de las grandes falacias es el tan cacareado aumento del salario medio en España. El salario medio de los españoles en 2011 era de 25.515 euros y ahora se presume de que está ¡cuatro años después! en 26.162€. No obstante, hay que tener en cuenta dos aspectos fundamentales: Primero, que los salarios medios y bajos han descendido y los altos y ejecutivos han aumentado y esto engaña a la estadística y a los españoles. Segundo que seguimos teniendo uno de los salarios medios más bajos y con menos crecimiento de la Europa “rica”: Alemania tiene 45.953 €, Reino Unido 44.203€, Francia 37.427€, Italia 30.463€, Holanda 48.856 €, Bélgica 46.464€ o Irlanda 34.466, con un crecimiento medio del 4%, cuando el nuestro tan solo es del 0,55%. Ya no pretendo comparar las cifras con Luxemburgo, Suecia, Noruega o Finlandia porque ya son de otra división. Si tenemos en cuenta que los ejecutivos van cambiando de países pero mantienen salarios medios “europeos” sean de donde sean, entenderemos el porqué de lo engañoso de esta teórica subida. Para mayor abundamiento, España ostenta el infame título de ser el país de la Unión Europea donde los salarios más altos se distancian más de la media salarial y también la de tener el precio de la hora de trabajo más bajo de la zona euro con 15,70 €.
Además está el “poder adquisitivo” de los españoles que desde el inicio de la crisis en 2008 ha caído un 2,3%. Y un último dato para que la vanagloria del Partido Popular se desmorone: El número de hogares con todos sus miembros en paro es de 1.766.300 familias, mientras que con la famosa “herencia” socialista en el 2014 era de 1.575.000, según la Encuesta de Población Activa de 27 de enero de 2012.
Me preguntaran qué soluciones hay, y a mí me gustaría tener la respuesta, pero por lo pronto es fácil de entender que hay que moverse en torno a cuatro ejes fundamentales: El salario social que apuntan ya varios partidos, organizado de forma que sea viable; el reparto de trabajo existente; fomentar la contratación juvenil con formación continuada; y eliminar la precariedad en el trabajo para que el asalariado sienta como parte suya el lugar de trabajo y no tenga una espada de Damocles constantemente pendiendo de su cabeza. Como complemento son también necesarias una serie de medidas para proteger y apoyar a la pequeña y mediana empresa y activar nuevas contrataciones.
Siguiendo con los ejes anunciados, tal vez haya llegado el momento de repartir el tiempo de trabajo. El momento de limitar la jornada laboral de una forma progresiva hasta alcanzar las 30 horas semanales, manteniendo el salario completo en los sueldos más bajos y disminuyendo porcentualmente a los altos según duración de la jornada laboral. Me dirán que los más validos saldrán para trabajar fuera de España; no se engañen, ya lo están haciendo. La contratación juvenil, debería tener un conjunto de medidas imaginativas y efectivas, recordemos que los dos programas de la UE: La Garantía Juvenil Europea y la Iniciativa de Empleo Juvenil, han fracasado en España. Mucho de todo eso tienen que prometer los programas electorales para hacerlos atractivos al votante. Pero luego habrá que cumplirlo.
El trabajo, amigos lectores, no debe ser un castigo ni una espera; es un derecho. Exijamos ejercerlo.
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