El cáncer es una enfermedad causada por los cambios en los genes que controlan el funcionamiento y el crecimiento de nuestras células. Algunas de las células del cuerpo empiezan a dividirse sin detenerse y se diseminan por los tejidos. Un enemigo interior que busca desarrollarse de forma incorrecta, maligna y antinatural. Incluso tratando, poéticamente hablando, de encontrar el elixir para no envejecer, como han apuntado algunos científicos.

Sin embargo, en esta alocada búsqueda de las células para evitar su envejecimiento y su degeneración, se convierten en monstruos que eliminan todo lo que encuentran a su paso; sin saber que esto les conducirá a su propio exterminio. Hay más de cien tipos de cáncer agrupados en familias cuyo solo nombre ya causa pavor: Carcinoma, sarcoma leucemia, linfoma o melanoma, por citar los más conocidos. Todos esperando en el fondo de nuestras entrañas para manifestarse.

Pero la culpa no es solo de estas células mutantes, algo les provoca su cambio y su locura. La respuesta está en nuestros hábitos. La comida de hoy es insana pese a disfrazarse en ocasiones: ¡Cinco frutas diarias! o ¡mucha verdura!; sin embargo, no sabemos ni los pesticidas, ni el riego, ni el almacenamiento que han sufrido. Las carnes y pescado han sido tratados y alimentados con harinas de dudosa pureza  y más incierta procedencia. El marisco bañado en mareas negras, o conservado artificiosamente. La polución, consecuencia de la sociedad industrial y moderna, es nuestra espada de Damocles. Y a todo esto hay que añadirle nuestros propios defectos: sedentarismo, alcoholismo, drogadicción, medicación impropia o estrés y nuestros propios demonios internos: la culpa, el rechazo, los odios y las contradicciones. Todo preparado para una revolución interior que pretende renovar nuestras células, pero que mata en el intento.

En este día internacional del cáncer, sólo podemos desearnos suerte, valor, ánimo y optimismo y saber que cada día hay más supervivientes – yo soy uno de ellos – a pesar de todo. Porque si esperamos que los políticos regulen, controlen y prevengan los factores arriba apuntados o destinen más dinero a la investigación que para salvar bancos, para sus mordidas y prevaricaciones, vamos aviados y nunca mejor dicho. Y es que las células enfermas y malignas no sólo crecen en nuestros organismos, también en el tejido social.