Lo cierto es que han tenido tiempo, pero les ha faltado ganas, cada uno con sus razones, por sus intereses, por sus fobias y sus filias. El caso es que el próximo 10 de noviembre tendremos que votar de nuevo y miles de voces claman ante los nuevos comicios. Los argumentos son de todas clases, desde el gasto que esto puede representar, hasta el llamado hartazgo del votante, pasando por aquello de que llegaremos a una situación parecida.

Hubo un tiempo, un tiempo muy largo e indecente, en que en este país no se podía votar. Miles de mujeres y hombres dieron su vida para que todos los ciudadanos pudiéramos ejercer este derecho que consagra la Constitución y la Democracia en toda la extensión de la palabra. Quejarse de tener que ejercerlo me parece un insulto a la Historia y a todos aquellos que lucharon por conseguirlo. Entiendo que a partidos que no tienen en su ADN la convicción de dar al Pueblo la palabra, se les revuelvan las tripas pensando en que las gentes libres puedan volver a cuestionarlos. Pero soy incapaz de comprender que aquellos que presumen de convicción democrática se empeñen en ver fantasmas por llamar a las gentes a las urnas. No han sabido entenderse, no han sabido comprender la razón de estado, son todos iguales, son axiomas que no por mucho que se repitan tienen sentido político.

Un domingo, un nuevo domingo para que pierdan ¡media hora!, esta gente tan ocupada y tan harta de votar y de vivir en democracia que se quejan amargamente. Sepan que hay gente que quisiera votar y no pueden y no imaginen lugares remotos de África o de Asia, sino  mucho más cerca.

Algunos esgrimirán el falaz argumento del coste ¡143 millones!, es decir, algo más de 3 euros por habitante. Lo que cuesta cualquier jugador de fútbol que luego jugará media docena de encuentros porque nos ha salido un paquete o un fiestero. ¿Cuánto nos cuesta la Casa real? ¿Cuánto, el rey emérito? Y a esos sí que no podemos votar ni botar.

Otros me dirán que para qué, que todo seguirá igual, que los dos bloques tendrán en conjunto los mismos apoyos. No será así si ustedes renuncian, porque su voto no emitido – fuera a quién fuese dirigido -, faltará. No amigas y amigos, estos no son argumentos, ni tampoco el hartazgo, o el aburrimiento.

Salgamos el domingo 10 de noviembre a la calle. Digamos lo que pensamos. Cada uno con sus razones puede cambiar o mantener su voto, también votar en blanco es un voto, pero despreciar este derecho, hartarse de ser libre para opinar, nunca.