En el capítulo al que hago mención, Lisa, indignada por los valores sexistas que representa la famosa muñeca Stacy Malibú, decide participar en el diseño de una nueva que sirva de entretenimiento a las niñas al tiempo que fomente la conciencia feminista en las futuras mujeres. El estruendo que causa esta nueva Lisa Corazón de León es de tal magnitud que empuja a la multinacional que comercializa su rival a contraatacar. “Hemos de reinventar la Stacy Malibú”, sentencia uno de los directivos. Sin embargo, tras toda una noche en vela, lo único que se les ocurre es presentar ante el mercado el mismo juguete con un llamativo sombrero nuevo.
Ante la actualidad política española, este articulista no puede evitar comparar a esa desafiante Lisa Corazón de León con el emergente movimiento Podemos, que ha puesto la izquierda española patas arriba, cebándose especialmente con el PSOE, cuya situación es de total descrédito y zozobra. Para evitar que el naufragio se consume, sus máximos responsables se han propuesto, al igual que aquel directivo de la juguetera, reinventar el partido. Sólo una formación renovada con otras caras puede devolver al electorado de izquierdas la confianza para que en los próximos comicios se decanten por la rosa.
¿Pero será real esa renovación o estamos ante una calculada estrategia de mercadotecnia como la de los fabricantes de Stacy Malibú? ¿Acaso pretenden colarnos un sombrero nuevo como si fuera la catarsis que el PSOE necesita?
La anunciada marcha de su secretario general, Alfredo Pérez Rubalcaba, fue una buena noticia, así como la renovación al completo de la Ejecutiva Federal que se producirá en el Congreso Extraordinario de julio. La modificación del reglamento para permitir que todos los afiliados puedan votar en este cónclave es otra gran nueva, a pesar de que anquilosados fósiles políticos como Ramón Jáuregui o Manuel Chaves se mostraran contrarios y lo consideraran imposible. Estaba claro, si se rechazaba esta opción, la nueva dirección nacería herida de muerte. ¿Cómo podrían justificar ante el pueblo que no era posible cambiar los estatutos del PSOE los mismos socialistas que en un abrir y cerrar de ojos pactaron con el PP la reforma de la Constitución Española para satisfacer las exigencias de Alemania y los mercados financieros internacionales? No quedaba otra opción.
Y sin embargo, la bella pátina de democracia interna que el nuevo reglamento ha extendido sobre el partido, no protege de los riesgos de que al final todo el proceso esté teledirigido por la Ejecutiva saliente, que quizá por eso no haya dimitido y delegado en una gestora. Cuestiones como los avales o los delegados siguen planeando, y cada palabra elocuente esconde una maniobra política más propia de conspiradores que parecen no haber entendido nada de lo ocurrido en los comicios europeos.
La esperpéntica traición en el PSOE de Castilla y León confirma este extremo, con un secretario federal de Organización haciendo caer a la Ejecutiva Autonómica para forzar la creación de una gestora que él mismo nombrará y que será la encargada de definir el nuevo Congreso Regional, en el que tal vez espere recuperar el cargo de secretario autonómico que un día tuvo y que tras el fiasco de Rubalcaba es el único cargo al que podrá agarrarse. Algo huele a podrido en el PSOE, y estas guerras intestinas apuntan más a una lucha por el poder que a un verdadero intento de renovación ideológica que permita liderar el centro izquierda español para descabalgar del Gobierno a la derecha. En definitiva, que no huele a muñeca nueva, sino sólo a sombrero nuevo.
Lo peor de todo es que en aquel capítulo de ‘Los Simpsons’, el sombrero nuevo hizo furor y las niñas se arrojaron a por sus Stacys dejando de lado a Lisa Corazón de León. Quizá sea esto lo que dé esperanzas a los gerifaltes socialistas que siguen mangoneando sin permitir la necesaria regeneración.
¿Será que toman a los votantes por ignorantes niños incapaces de distinguir entre una muñeca nueva y una vieja con sombrero nuevo?
De ser así, Izquierda Unida, Podemos y otros partidos progresistas tendrán mucho de lo que alegrarse en el futuro, mientras la rosa se marchita.
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