Ahora que nos van a llenar los buzones de promesas y las calles de banderas, puede ser buen momento para recordar que los símbolos contienen una esencia, un tesoro, que proviene de la cultura de un país. 

El bagaje cultural de España es enorme. Lo sentimos cuando mencionamos los nombres de sus gigantes-  Velázquez, Cervantes o Gaudí- pero está formado sobre todo por mil iniciativas de la gente, porque la cultura es, aunque no lo parezca, una necesidad primigenia. Por eso es un error muy grave no sacar a colación esas iniciativas, no apreciarlas ni apoyarlas, dejarlas morir.

Nombro algunas a vuelapluma: las revistas literarias que tenían suscriptores, los círculos de lectura, los periódicos locales, los grupos de aficionados al teatro, las agrupaciones musicales, las pequeñas librerías, las corales y bandas de música, las casas de cultura, las bibliotecas, las conmemoraciones, en cada pueblo y ciudad, por los grandes que nacieron allí. 

España es el país del mundo con mayor y más diverso patrimonio cultural, precisamente por ser un crisol de pueblos. Eso es lo que simbolizan los símbolos, eso es lo que no deberían olvidar quienes ahora nos hacen promesas. El olvido destruye la identidad. No nos dejemos morir.