Quiero destacar del mismo algunos párrafos:
«Todos somos testigos de la lenta agonía del sueño de la integración europea, sin una sola manifestación en cualquier lugar, entre sus 508 millones de ciudadanos. Está claro que las instituciones europeas atraviesan una crisis existencial. Sin embargo, el debate se ha limitado al nivel intergubernamental.
Eso demuestra claramente que los ciudadanos europeos no se sienten relacionados con Bruselas. Atrás han quedado los años cincuenta, con la movilización de los jóvenes en el Movimiento Federalista de la Juventud y los activistas del Movimiento Federal encabezado por Altiero Spinelli, o la campaña masiva para una Europa que trascendería las fronteras nacionales, un tema frecuente de los encuentros de los intelectuales de la época.
Ha sido un in crescendo de la crisis. Primero la división Norte-Sur, con un norte que no quería rescatar el sur y que ha convertido la austeridad en un tabú monolítico, con Alemania como líder inflexible. Grecia fue el lugar elegido para entrar en conflicto y ganar, incluso si su presupuesto era sólo el 4% de la Unión Europea.
El frente de la disciplina fiscal y la austeridad fácilmente rebasaron a aquellos que abogaban por el desarrollo y el crecimiento como una prioridad. Pero había que alienar a muchos de los ciudadanos atrapados en la lucha.
Entonces viene la división este-oeste. Es claro que los países que estaban bajo la Unión Soviética ingresaron a la UE por razones puramente económicas y no por identificarse con los llamados valores europeos, la base de los tratados constitutivos. La solidaridad no sólo fue ignorada, sino activamente rechazada, primero respecto a Grecia y ahora con los refugiados»
Está claro, pues que la unión, estrictamente monetaria, conduce al abismo. Reflexionemos con apremio y, con gran implicación ciudadana, fomentemos una Unión Europea política, económica y fiscal, basada en los principios tan lúcidamente expresados en la Carta de Derechos Fundamentales de la UE (2000) y, a escala global, la refundación de un sistema multilateral democrático, de unas Naciones Unidas dotadas de la autoridad moral y de toda índole que permita la gobernanza que hoy requiere con urgencia el mundo, especialmente en aquellos temas -sociales, medioambientales, armamento nuclear- en que pueden alcanzarse puntos de no retorno.
Está claro que las pautas neoliberales que han sustituido los valores éticos por los bursátiles y a las Naciones Unidas por grupos plutocráticos (G7, G8, G20…) conducen al desastre. Cambiemos de rumbo antes de que sea demasiado tarde.
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