Y esto significa dos cosas: por un lado la enorme capacidad de manipulación de los grupos de poder, que son capaces de obligar a un partido histórico a ponerse de rodillas y autoinmolarse siguiendo sus directrices, y por otro como se vilipendian sin ningún rubor millones de votos ciudadanos que expresaron su oposición a un gobierno del PP.

España se ha quedado hoy sin partido que pueda hacer una oposición fuerte al establishment, y eso obliga a redefinir todo el escenario político, incluyendo el futuro papel de Podemos como contrapeso.

Espera una nueva legislatura de ajustes y retrocesos de los derechos cívicos sin que los ciudadanos tengan claro que eso es lo que querían, pero también es cierto que sin manifestar tampoco nada en contra.

En cualquier caso, ya no será al partido socialista a quien pueda recurrirse con los votos para conseguir una vía progresista, porque si les tocan el pito desde arriba hocicarán siguiendo las indicaciones.