Todavía no llega al siglo, pero el conflicto palestino se arrastra por más de setenta años de desencuentros, guerra abierta y terrorismo continuado. Remontarnos a los inicios del Estado de Israel, los errores internacionales de aquel entonces y sus consecuencias, ya poco aporta. Lo que ahora debería interesar es encontrar una solución pero, al parecer, esto sigue siendo imposible.
En la actual y preocupante crisis, que no será la última, nadie sabe con certeza su génesis verdadera. Les dirán los más entendidos que fueron las restricciones de las autoridades israelíes en pleno Ramadán y otros que la amenaza de desalojos de familias palestinas en el este ocupado de Jerusalén.
Lo cierto es que se trata por un lado de eliminar la presencia árabe en Jerusalén y que el primer ministro Benjamin Netanyahu afiance su fortaleza política frente a cualquier cambio dialogante y pacífico de la oposición. Y por el otro lado, el interés de Hamás por demostrar que su postura de odio eterno es la única viable y así justificar sus actos terroristas, aunque la primera víctima sea el Pueblo Palestino.
La estúpida escalada de Hamás atacando con cohetes de verbena, aunque asesinos, a su poderoso enemigo armado con la tecnología más avanzada, solo es comprensible si se tiene en cuenta la ineficacia de sus líderes.
Mientras, los aliados históricos de unos y de otros contemplan la masacre de un Pueblo cuya única culpa es existir, ser prisionero incómodo en su propia patria y recordarle al mundo que la civilización todavía está por llegar.
Fathi Hammad, un alto funcionario de Hamás, escondido detrás de un micrófono, va diciendo a los palestinos de Jerusalén: Cortad las cabezas de los judíos con cuchillos, cortad sus arterias, un cuchillo cuesta sólo 5 shekels.
Mientras Benjamin Netanyahu, bajo su Cúpula de Hierro, no se cansa de prometer la intensificación de las hostilidades y bajo la falacia de los ataques selectivos, sembrar el terror.
No sé si los doscientos muertos palestinos o los tres mil petardos terroristas bastarán para concienciar al mundo. Tampoco si los niños de uno y de otro bando serán capaces de entender el problema y buscar en el futuro soluciones que las diplomacias mundiales han sido incapaces de encontrar. Pero solo en ellos está la esperanza de un arreglo definitivo.
No Comment