Licenciado en Derecho, estudió también Filosofía y Letras, y Periodismo. Como periodista ha colaborado en el diario ‘Madrid’, ‘El País’ (medio en el que sigue escribiendo) y en las revistas ‘Triunfo’ y ‘Hermano Lobo’. Entre sus novelas, sobresalen ‘Tranvía a la Malvarrosa’ y ‘Son de mar’. En ‘Radical libre’ (Círculo de Tiza) se reúnen sus columnas dominicales, compuestas con la argamasa de trescientas palabras cada una.

Manuel Vicent, ¿tiene más de radical o de libre?

Radical libre es un término de Biología, una cosa horrible, por cierto, reactivo, pero de esto me he enterado hace poco. Son dos palabras que me gustan; radical, que viene de ‘raíz’, alude a la autenticidad, al árbol (los únicos que son auténticamente patriotas, los únicos que no se mueven de su tierra) y remite a  la identidad. Libre ya se sabe. Lo radical es algo sólido, está afincado a una esencia, a una tierra, a una cosa tuya, a unos genes, a tu cultura, y la libertad, en cierto modo, te permite distancia con todo ello. Son dos palabras que suenan bien, eufónicas, da la sensación de que todo el mundo quisiera ser radical y libre.

¿Todo el mundo quisiera ser radical?

Sí, en tanto que su sentido etimológico, yo soy yo, ya sabes, todo el mundo quiere afincarse, tener sus raíces, y a la vez ser libre. Dos palabras que encienden la imaginación de la gente y dos palabras imposibles de cumplir, a la vez. Nadie es radical ni libre de forma absoluta… Todo eso…

En trescientas palabras, como en la copla, ¿cabe la vida entera?

E incluso en un silencio cabe la vida entera, un silencio es lo más imaginativo  que hay; de hecho, en la música, en una pieza musical, el silencio es lo que da la estructura, y en una conversación, en una tertulia de amigos, el más inteligente es el que calla. Claro que hay una inteligencia de callar… la vida entera también cabe en un proverbio chino, o en uno grecolatino; al fin y al cabo, un refrán o un aforismo es un gran ensayo comprimido. En tres gotas de aceite después de exprimir la oliva está todo, la esencia.

Le cito: “Tal vez haya que remontarse a 1898 para hallar una caída moral, una confusión política y un desprecio a la patria semejantes a las que atenazan en este momento”. ¿Saldremos de esta?

Algunos saldrán, otros no. Como en el viaje a cualquier frontera, como en cualquier viaje, siempre hay gente que se queda en la cuneta y que se entierra en cualquier travesía del desierto. Se sale, se llega, sí, aunque llegará un momento en que no se saldrá, porque la humanidad como especie tendrá que extinguirse, como tantas otras. Y los pájaros seguirán cantando, no pasará nada.

¿Y a qué precio saldrán los que salgan?

El capitalismo es como el mar, se purga de vez en cuando y arroja a los débiles; ese es el precio, el que el débil, por la esencia diabólica del capitalismo, se quede atrás. Siempre ha sido así. Aunque esta crisis tiene variables nuevas, por ejemplo la globalización. O nos salvamos todos o perecemos todos. Esa sensación, que puede ser un aforismo, fíjate, la gente lo está asimilando desde que contempló sentada en el sofá de su casa la imagen del planeta navegando, como una sensación extracorpórea, y se supo una ínfima parte de esa nave azul, de ese planeta que va a una velocidad de treinta kilómetros por segundo. Entonces uno tomó conciencia de que el planeta es muy bello y débil. ¿Qué saldrá de esta crisis? De momento, lo que se ve es una nueva esclavitud. Los nuevos imperios se hacen con esclavos, y ¿dónde están los esclavos? En China, pero como el sistema es planetario, los esclavos se darán en todas partes. Hoy en día de nada sirve pensar si no es a nivel planetario. Las finanzas, a través de los dedos (ya sabes, Internet) tiene una movilidad y libertad absoluta, mientras que los Estados están compartimentados. El dinero, es decir, la codicia, tiene una libertad absoluta para, en fracción de segundos, trascender las fronteras.

Volviendo al paralelismo con el 98, ¿cuál es el papel de los intelectuales? Porque entonces los había, y no estaban al servicio del poder…

Aquellos no eran intelectuales sino escritores más o menos pesimistas con unos problemas personales; ten en cuenta que hablamos de una España de alpargata. El intelectual es un ser que hoy no tiene nada que ver en la sociedad. Piensa en Voltaire, por ejemplo, un intelectual ejemplar, de los que pensaban que a partir de las ideas se podía construir un mundo, de los que ofrecían soluciones, juicios… ese prestigio ha acabado porque ningún intelectual ha acertado nunca nada, no comprendo cómo han gozado de tanto prestigio cuando los intelectuales no han resuelto nada nunca. Darle el poder a un intelectual es de un peligro increíble…

¿Es peor que dárselo a un gestor?

Por ahí… un gestor por lo menos sabe lo que quiere, robar, forrarse… pero un intelectual ni eso… puede hacer una revolución planetaria para que le lean. Es lo que decía Unamuno de Azaña: “cuidado, que Azaña es un escritor sin lectores…”, decía. Ningún intelectual, analista político acierta, Sartre también se equivocó en todo. Ahora el intelectual está disfrazado de sociólogo, de economista, de interiorista… por no hablar de la última subespecie del intelectual, el contertulio…

En ellos sí que no hay silencio posible…

“¡Déjame hablar!” “Deja que termine…” Son aburridísimos… Te pongo un ejemplo: ningún analista político, ni un sociológico o economista fue capaz de predecir una semana antes que iba a caer el Muro de Berlín. No me valen. Los intelectuales no existen, se han acabado, antes te decían cómo tenías que pensar, eran un referente, te construían por dentro, a algunas pocas élites, claro, que los demás ya tenían bastante con sobrevivir. Ahora te construyen, pero por fuera, los modistos te dicen como te tienes que vestir. La imposición de cuatro tíos que se reúnen en una suite de París, Frankfurt, Nueva York o Milán te digan lo que te tienes que poner el año que viene, y si no lo haces te sentirás desgraciada y fuera de lugar es muchísimo más dictadura intelectual que la de Sartre, que al fin y al cabo era un bizco con una pipa.

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“La corrupción de los mejores es la peor”. Estos niveles obscenos de corrupción a los que asistimos ¿son endémicos?

De la corrupción tendríamos tanto de qué hablar… no es por echar la culpa a la gente, que bastante tiene encima, pero no hay que olvidar que somos un pueblo orgulloso, indomable… España es un país que ha dejado morir a Franco en la cama, no nos olvidemos, después de cuarenta años… es un país que traga con todo… tiene la posibilidad de, cada cuatro años, limpiar la cuadra, y en Madrid se han pasado más de veinte años votando a los corruptos… Lo peor de la corrupción, que es grave, no es que robe un miserable y se lleve el dinero público valiéndose de una impunidad compartida (porque esa impunidad es como un trust, yo te protejo, tú me proteges), lo peor de la corrupción es que te corrompe a ti; primero, no sacándoles a patadas del poder y, segundo, que eso te da la coartada moral para ser un pequeño corrupto. Si roba Rato, ¿por qué voy a declarar yo la reforma del cuarto del baño? Casi deseamos, hablo del inconsciente, que todo esté tan sucio para que estar mínimamente sucios… Eso es lo peor, la corrupción es como una niebla que cae hacia abajo, lo enturbia todo, lo enmascara todo… y al final, todo el mundo es igual, cada cual trata de no pagar una multa, o de colarse, o de coger lo que puede de su trabajo…

¿Habrá que legalizar la droga para que quepan esos señores trajeados que firman cheques sin fondos, tal y como propone en otro de sus artículos?

Hice un reportaje hace tiempo en la cárcel de Carabanchel; en ella había  1.800 preventivos. Según me dijo el director, si estuviera legalizada la droga, sólo habría 70… ten en cuenta que por tres casetes robados te caen quince años, como si mataras a tu madre… es un sensación de lleno como la de Ortega en ‘La rebelión de las masas’, que no es que hablase, como piensan algunos, de que las masas se echaran a la calle, sino de la sensación de que, allí donde quiera que vayas, está todo lleno, de la sensación de que la masa ha ocupado ya todo. En el Everest hay un aparcamiento, ¿te lo puedes creer? Pues lo mismo con la cárcel, no van a caber tantos políticos… Además, como comos un pueblo tan impulsivo, ahora que han cogido el tranquillo de meter en la cárcel podemos ver que de aquí a Navidad se va a ir hasta ellos mismos…

Como la película de Berlanga…

Eso mismo. Descuida y hasta el mismo Rajoy… vamos a ver cosas increíbles…

Recuerda en otro de sus artículos que cuando uno volvía a España, hace décadas, se encontraba con la solidaridad de la gente, con la pasión por vivir y con el impulso creativo de la libertad recién estrenada. ¿Qué queda de eso?

Queda poco… queda la solidaridad, somos un pueblo solidario, fíjate, líderes en la donación de órganos. En esta crisis brutal la gente se ayuda. Existe una desmoralización porque hemos tenido mala suerte con los políticos, por la misma estructura de la Transición, de cómo se hizo… y llevamos todavía el miedo en los genes, el miedo de varias generaciones marcadas por la Dictadura, el miedo de tener que agradecer a un señor que no te matase, que pudieras tomar el sol… y sin embargo es solidario… Claro que entiendo menos que no hayamos incendiado las calles a estas alturas…

¿Como en Gamonal?

Sí, pero tampoco sirve de nada más que para dar musculatura a la policía…

Si uno lee las crónicas parlamentarias de Wenceslao Fernández Flórez, de principios del XX, parece que no ha pasado el tiempo, lo digo en concreto por la cuestión catalana; ya entonces estábamos a vueltas con que si la bandera española no ondeaba en los lugares públicos, que si los muchachos no podía estudiar en castellano en las escuelas… y aquí seguimos, con las mismas…

Es una cosa endémica… España tiene unos problema que, de vez en cuando, como determinadas enfermedades, afloran, y a veces son subrepticios; Cataluña ha aprovechado la crisis para retomar con más fuerza su discurso, pero la culpa también es de la incompetencia de los políticos, nada es por una cosa concreta, sino por un cúmulo de cosas, por una serie de variables. Lees la historia de España y te das cuenta de la reiteración de los mismos problemas.

Habla de que la educación es un tesoro que nadie te puede quitar. Eso una vez adquirido, pero ahora ese tesoro parece que nos lo están escamoteando…

Nosotros tenemos tres cerebros, el de serpiente, o reptiliano (que regula  hambre, sed, sexo, reproducción, territorio) y que cuando desaparezca seremos universales; después el cerebro de las emociones, de los sentimientos, que es el que interesa al poder, porque todo lo que se meta ahí desde el primer año hasta los siete es indeleble (el castigo, la madre, el padre, el miedo a la oscuridad, el himno, la bandera, las caricias, los sonidos, el potaje…). Por último, el cerebro de la inteligencia, que vigila al de la emociones. De ahí que la educación sea una batalla perenne en España: laica, religiosa, pública y privada. Todos quieren controlar el cerebro límbico, el de las emociones.

Sí, porque lo que es el cerebro cultural a nadie interesa…

A la derecha nunca le ha interesado, cree que la cultura es cosa de raros, de bohemios, y en cualquier caso sabe que nunca serán de los suyos, son, ya se sabe, titiriteros… Sin embargo, la inteligencia es la única fuente de energía que va a existir, porque trabajarán las máquinas; un cerebro de un chaval de cualquier pueblo miserable es igual, en energía, al de un chaval de Boston, pero hay lugares que desaprovechan esos cerebros. Es un suicidio recortar en educación, es como tener una mina de petróleo y taparla… absurdo. Pero, al fin y al cabo, la Guerra Civil se hizo para que la gente no estudiara, a los que primero represaliaron fueron a maestros de escuela, catedráticos y profesores de institutos… los plancharon.

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“En cualquier desierto, hay un camino hacia la estética y otro que conduce a la moral”. ¿No deberían de transcurrir parejos?

¿Eso lo he dicho yo..? Hay una moral estética que es más fuerte que la moral, es decir, hay gente que no mata por no mancharse, por no ensuciar la moqueta… en el fondo, en el desarrollo de la inteligencia y sensibilidad, ata más la estética, el no descomponer el orden de la naturaleza. La estética es la última fase de la moral. Creo yo.

De Ratzinger aseguró usted que era un huésped maleducado…

Hombre, es que vino a Valencia y no dejó de regañarnos… es como si invitas a comer a alguien y te dice que qué comida más mala… Se le invitó, se le cedieron diez mil metros cuadrados, climatizados, por cierto, que aquello parecía ‘El Corte Inglés’… ¿y me riñes? ¿Pero qué es esto? Es como cuando el papa polaco amonestó…

¿A Ernesto Cardenal, el sacerdote de la Teología de la Liberación?

No, eso aparte, pero ahí no me meto, son cosas de ellos…

¿Lo de África?

Sí, va a África, invitado por un reyezuelo que tiene cuatro o cinco mujeres, que es la costumbre por allí, y va y le dice que eso está mal…

¿Y Francisco?

(…) Hombre… siendo argentino y jesuita que lo primero que dijera fuera que era humilde ya me extrañó, porque es imposible, son términos contradictorios… y cuando beatificó a tantos víctimas de la Guerra Civil le eché en falta que no tuviera una palabra para rememorar  a los que están en la cunetas, que también son santos, porque en las cunetas hay tantos santos como en los altares, mitad y mitad… una palabra…

Por cierto, siendo el azote por antonomasia de las corridas de toros, ¿ha tratado algún torero de que cambiase de opinión?

Sí, yo era muy amigo de los hermanos Lozano, los que llevaban la Plaza de Toros… y recuerdo una vez que me invitaron a un programa de televisión en Barcelona, donde coincidí con ‘El Niño de la Capea’, que se sentó después a mi lado en el avión. No sólo eso, también me acercó en coche hasta mi casa. La fiesta se está acabando, está muriendo, pero renacen por los pueblos esos espectáculos cutres y salvajes de los toros por las calles… erradicar eso es muy difícil, por eso hay que proponer alternativas para ver que hay otras formas de divertirse. Que las hay, desde luego.

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