CAF ha lanzado un diseño incapaz de circular por una red donde abundan los puentes angostos, algunos de los cuales se remontan al siglo XIX. Grandes, potentes y rápidos convoyes que Cantabria reclama y que su red ferroviaria no puede soportar.

Loable el intento del ministerio de Transportes de remediar las carencias ferroviarias cántabras y deleznable y canallesco el error que retrasará un par de años la solución. Meritorio también poner en marcha una necesaria ley que proteja a las mujeres de los excesos machistas, pero triste y desalentador que no se la provea de la jurisprudencia precisa y clara para evitar que los que representan a la justicia la interpreten de modo equivocado, doloso o favorable al delincuente. Nunca se debe dejar una rendija abierta porque las corrientes son más poderosas que las buenas intenciones.

Cualquier ministerio está sobrecargado de supuestos responsables, asesores y técnicos. Responsables que no lo son; técnicos que no ejercen, pese a las asesorías externas que ellos mismos dirigen al margen de sus labores funcionariales; asesores que no se sabe que aconsejan y juristas que desconocen o quieren desconocer las triquiñuelas y consecuencias jurídicas de una mala redacción. Entonces ¿Qué pintan?

Estoy de acuerdo con Raquel Sánchez, ministra de Transportes, con su anuncio de ceses inminentes por el error en los trenes para Cantabria. Es un ejemplo que debería seguir la ministra de Igualdad, Irene Montero. Me es igual si los fallos son por desidia, vagancia, mala fe o ignorancia, en todo proyecto debe primar la efectividad y la sencillez. Hay eslabones de la cadena funcionarial, administrativa y política que están oxidados como los viejos puentes del Madison allá en Montana.

No, no ha sido una historia de amor, es una historia tan vieja como las que contaba Mariano José de Larra. El Pobrecito Hablador no se equivocaba. Tampoco el personaje de  Eastwood cuando decía: Las cosas complejas son fáciles de hacer. La simplicidad es el verdadero desafío. No creer en la sencillez de  las cosas ha sido y es nuestro ancestral error.