La elevada intensidad de explotación de los recursos marinos, junto con la mejora de las tecnologías de acceso a la extracción ha hecho que la presión sobre estos aumentara enormemente en los últimos años, de forma que el 75-80% de stocks mundiales evaluados están plenamente explotados o sobreexplotados, según el informe de la FAO “The State of World Fisheries and Aquaculture” (SOFIA), 2008.

La creciente cantidad de usos realizados en el mar, la complejidad de la dinámica de los ecosistemas marinos, la carencia de datos y seguimiento regular, la deficiente aplicación de las recomendaciones biológicas sobre el estado de los stocks y la carencia de mecanismos de control y vigilancia han reducido la eficacia de los métodos clásicos de gestión y regulación pesquera.

Pero la sobreexplotación a la que está sometido nuestro mar ha puesto en peligro no sólo estos recursos y especies en el futuro, sino que ha acabado derivando en problemas sociales y económicos que hace preguntarse sobre el futuro del sector pesquero a todos los niveles, y también acerca de los recursos en ocasiones indispensables para vivir.

La pesca artesanal es una actividad usual en muchas localidades costeras, pero actualmente se ve inmersa en una grave crisis y se ha visto relegada a un rol marginal desde el punto de vista socioeconómico (Griffiths, R. et al., 2007). Esto es fruto de la sobreexplotación de los recursos naturales, pero se le añaden también otros problemas como el bajo precio del pescado en el mercado, debido, fundamentalmente a la globalización del mismo, el aumento de conflictos dentro del sector y con otros usuarios y el descenso del relevo generacional.

Ya es un fenómeno generalizado que barcas de pescadores artesanales, en los que intervenía toda una familia de pescadores, hayan tenido quereducirse a un solo pescador, aumentando mucho los riesgos que comporta trabajar en solitario. Todo ello, bajo la presión que ejerce la pesca industrial formada por grandes buques de arrastre y de cerco, principalmente, conduce a este tipo de pesca, y al patrimonio marítimo asociado, a la desaparición.

La pesca artesanal, no obstante, es un oficio ancestral, que tiene diferentes valores en nuestro ámbito: ecológicos, técnicos, sociales, culturales y hasta económicos, (Griffiths et al., 2007) más allá de la propia generación de empleo (mayor que la pesca industrial). Además de contribuir a construir el tejido social de la población litoral, ha marcado, durante siglos, el carácter de numerosos pueblos marineros. Ecológicamente hace falta subrayar el carácter pasivo y selectivo (tanto sobre la especie como sobre la talla) de la mayoría de sus artes, así como bajo consumo de gasoil y lubricante. Finalmente no es despreciable la provisión alimentaria local de producto fresco y de gran calidad que ofrece, actualmente tan demandada por los consumidores.

La pesca artesanal nunca ha sido considerada como una prioridad regional, si bien existen diferentes instrumentos internacionales que avalan su importancia y necesidad. La Conferencia de Medio ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas (UNCED) en 1992 ya trató este asunto en el capítulo 17 de la Agenda 21. Así mismo, el Código de Conducta para una Pesca Responsable (FAO, 1995) detalla en el capítulo 6, artículo 18, la siguiente instancia: “Reconociendo la importante contribución de la pesca artesanal y en pequeña escala al empleo, los ingresos y la seguridad alimentaria, los Estados deberían proteger apropiadamente el derecho de los trabajadores y pescadores, especialmente aquellos que se dedican a la pesca de subsistencia, artesanal y en pequeña escala, a un sustento seguro y justo, y proporcionar acceso preferencial, cuando proceda, a los recursos pesqueros que explotan tradicionalmente así como a las zonas tradicionales de pesca en las aguas de su jurisdicción nacional”.

Por todas estas razones hace falta afrontar esta situación, con el análisis de sus raíces y planteando soluciones a fin de hacer que esta actividad continúe siendo viable. Por esto se hace necesaria la búsqueda de nuevas e innovadoras fórmulas de gestión pesquera que puedan minimizar estos fracasos y dar paso a una ordenación más racional, sostenible y que favorezca la participación del sector pesquero propiamente. Se puede decir, pues, que el futuro de la pesca artesanal, tiene que pasar por la implicación directa del sector en una gestión sostenible de los recursos marinos y del ecosistema, necesariamente. Se debe poder cambiar hacia un concepto nuevo, donde los pescadores sean los principales cuidadores y custodios del mar y sus recursos. Riqueza que es, en definitiva, patrimonio natural y también de todos los humanos.

Es evidente la necesidad de una mejora en la gestión pesquera que asegure la preservación de los recursos marinos a largo plazo, que tenga en cuenta el principio de precaución y el conjunto del ecosistema. Esta gestión se traduce en planes de gestión de las flotas pesqueras, planes de recuperación de las especies, protección de zonas de especial importancia, etc. Pero, además, también se traduce en medidas complementarias que faciliten la supervivencia del sector pesquero artesanal, principalmente, como es la mejora en los sistemas de comercialización de los productos marinos, la promoción de medidas de reconversión del sector, la certificación de las flotas pesqueras en materia de sostenibilidad, etc.

Conscientes y preocupados por este problema, algunos pescadores artesanales ya empiezan a plantearse innovadoras soluciones a su situación de crisis y percibir la implicación en una pesca sostenible y responsable como la alternativa necesaria. Por poner un ejemplo, la Associació d’Armadors d’Arts Menors de Catalunya (ADAMEC) ha iniciado un nuevo camino en esta dirección, en el que se plantea impulsar un Plan de Gestión que permita estabilizar estas modalidades pesqueras, y hacerlas sostenibles biológicamente y rentables económicamente. ¿Seremos capaces de avanzar todos en este sentido? Desde Acciónatura creemos que sí, y seguimos trabajando por ello.

por Marta Cavallé – Responsable del Área Marítima

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