Las emergencias complejas se califican así como “conflictos humanitarios”, esquivando los estados las responsabilidades políticas que tienen y derivándolas hábilmente hacia respuestas humanitarias. De ahí vienen distintas perversiones [1]: la Acción Humanitaria se convierte en la única política exterior, se ve subcontratada a organizaciones públicas no estatales o, lo que es peor, se articula la actuación de estas últimas mediante el ejército o la diplomacia, contaminando la labor de las pocas organizaciones humanitarias que permanecen fieles a sus principios. El hecho de que las causas profundas de corte político y económico no estén siendo abordadas por los órganos adecuados no justifica la expansión del espacio humanitario. Extender el espacio humanitario puede hacer que desaparezca, no que se expanda [2]. Es por ello que las organizaciones humanitarias deben clarificar exactamente hasta dónde pueden llegar. Y es así como puede llegar el día “en que los directores de las organizaciones de acción humanitaria devuelvan la pelota al campo de los órganos políticos apropiados en un gesto político de abnegación que (…) será de ayuda a las víctimas de los abusos” [3]. Warner se refiere, con este gesto político, a la retirada de las organizaciones. Pero la retirada no es el único tipo de gesto o acción política que existe para presionar a los gobiernos. Precisamente la reflexión sobre esos otros tipos de acción política es la que planteamos en este Capítulo. ¿Qué tipo de acción es una estrategia de lobby a los encargados de la toma de decisiones políticas?; ¿hablaríamos de acción humanitaria o de acción política?; ¿y la decisión de no pronunciarse sobre violaciones de Derechos Humanos?; ¿no sería acaso una decisión muy política, especialmente teniendo en cuenta la existencia de convenios jurídicos que prohíben dichos comportamientos?. Este tipo de cuestiones demuestran que la separación entre acción política y acción humanitaria tiene limitaciones que claman por una reflexión inmediata, labor que ha de realizarse en el seno de cada Organización e Acción humanitaria conforme a su visión, misión y memoria histórica.

Acción Humanitaria y Acción Política en las OAH

Los títulos de los siguientes apartados pueden resultar abstractos, vagos y poco originales; no obstante, ¿podemos encontrar pronunciamientos claros en torno a la definición de Acción Humanitaria (AH)?. El debate está viciado desde el principio: “Resulta difícil dar una definición precisa de la AH. No existe un consenso claro (…) sobre su significado y alcance, lo cual tiene que ver con su complejidad y con la multiplicidad de contextos, actividades, actores y objetivos implicados. A esto se añade un uso coloquial con frecuencia excesivamente amplio e impreciso” [4]. Por tanto, partiendo de la búsqueda de una delimitación de la misma sin pretender dar una definición, sino una aproximación del concepto que manejamos para poder justificar nuestra concepción de acción política, pasaremos a la identificación de las organizaciones que podrían aceptarla en su modus vivendi et operandi para finalizar con el objetivo principal: saber qué tipo de acción política podemos desarrollar. Una completa aproximación a la definición de AH la entiende como “el conjunto de actividades de protección y asistencia, a favor de las víctimas civiles y militares de desastres de causa natural o de conflictos armados y de sus consecuencias directas, orientadas a aliviar el sufrimiento, garantizar la subsistencia y proteger los derechos humanos” [5]. Esta definición supera la concepción tradicional de la AH orientada al alivio del sufrimiento con base en los principios tradicionales; la superación se produce en dos planos que conviene diferenciar:

  • En el plano operativo incluye, junto a la tradicional “ayuda de emergencia”, elementos como asistencia prolongada (debido a la perpetuación de las crisis) o prevención.
  • Por otra parte, en un plano que podría considerarse propio de la acción política, superaría las tareas de “asistencia” englobando funciones de advocacy, testimonio, denuncia o lobby, entre otras.

Sería conveniente realizar una breve exposición de los términos que con frecuencia manejamos:

  1. Socorro (relief): consiste en un acto de ayuda a quien sufre una situación de peligro. Se caracteriza por la posibilidad de no estar guiado por los principios tradicionales (éticos y operativos) de la AH. El acto sanitario de los equipos médicos de un ejército, exclusivamente a sus miembros, sería un ejemplo de ello.
  2. Ayuda de emergencia: igualmente se trataría de un acto de ayuda en casos de desastre generado por catástrofes naturales o conflictos armados, caracterizado por tener una duración breve (entre 6 y 12 meses) y una pretensión meramente técnica, limitada a los servicios esenciales para la supervivencia (agua, alimento, abrigo y sanidad).
  3. Ayuda humanitaria: este concepto añadiría una extensión (matizada según los autores y agencias u organizaciones) de dos componentes: el temporal, abarcando una duración superior a los 12 meses, ya que se consideraría ayuda humanitaria la que entraría en funcionamiento tras la superación de la fase de emergencia (tal y como sucedería con la atención de refugiados y / o desplazados internos). En el aspecto técnico, trataría de ir más allá del objetivo de garantizar la subsistencia inmediata, si bien es en este punto donde surgen dudas sobre el concepto: para unos, la ayuda humanitaria incluiría medidas orientadas a frenar la descomposición del tejido económico – social, incardinándose con la rehabilitación y el desarrollo, dando lugar al debate sobre la necesidad de vincularlos [6]. Para otros, habría además un elemento de prevención de o preparación ante futuros desastres. En cualquier caso, lo que parece ser común denominador a este concepto es su utilización a nivel institucional como el paradigma para la concesión de fondos o AOD (Ayuda Oficial al Desarrollo). Tendencia que, por otro lado, ha experimentado un fuerte crecimiento en los últimos años.
  4. Acción humanitaria: recogiendo el contenido y los problemas conceptuales de la ayuda humanitaria, la AH se caracterizaría por incluir el elemento de la protección de las víctimas, en especial – pero no únicamente – las de los conflictos armados [7]. Esta consideraría una serie de acciones tales como la advocacy (defensa de los derechos humanos), el témoignage (derivado de la presencia directa en el terreno), el lobby (presión política) e incluso el acompañamiento (a veces identificado con la mera presencia) [8].

Rehabilitación, desarrollo, prevención, preparación y algunos otros conceptos más, son elementos que cada organización “decide” hacer, incorporar o reconocer. Pero es en el elemento de la protección donde encontramos las mayores interacciones entre las esferas política y humanitaria. En la década de los 90, la cuestión era ya abordada plenamente: mientras Brauman, siendo presidente de MSF, entendía la AH como “aquella que tiene por objetivo preservar la vida en el respeto de la dignidad y restaurar al ser humano en su capacidad de elección” [9], Vicenc Fisas afirmaba que “Ello no impide ver que, al mismo tiempo, la acción humanitaria no es nada sin acción política y sin una idea de justicia” [10]. Esta acción a la que aludía el director de la Cátedra UNESCO no corresponde a la politización, instrumentalización o cooptación que todo “humanitario” automáticamente atribuye a la política, sino a algo tan lógico, operacional y, ante todo, eficaz, como “que las organizaciones humanitarias aprovechen su experiencia en el terreno y su testimonio para implicarse en la denuncia de violaciones de derechos humanos y en la concienciación de las opiniones públicas sobre las causas estructurales de la pobreza y de los motivos que provocan las crisis humanitarias” [11]. Es esta, creemos, una de las facetas más importantes de la dimensión política de la acción humanitaria: los componentes de testimonio y sensibilización englobados en la categoría genérica de la protección. No existe una separación entre protección (política) y acción (humanitaria); la protección de las poblaciones con las que trabajamos es un objetivo humanitario. Lo que pretendemos poner de relieve es que muchos de sus elementos se relacionan de forma directa con la esfera política, con los beneficios y riesgos que ello conlleva. Beneficios porque, de aprender a “gestionarlos”, pueden repercutir positivamente en la AH [12]; riesgos porque, de seguir en la línea actual, la esfera política seguirá “devorando” la humanitaria con más instrumentalización militar, condicionamiento de fondos o limitaciones al libre acceso.

NOTAS:

  1. Para una visión más sobre las consecuencias negativas de la influencia de la esfera política en la humanitaria, véase Roberts (1999), pp. 31-71.
  2. Warner (1999), p. 112.
  3. Warner (1999), p. 112; en este punto es interesante el planteamiento de R. Brauman, [en Duch (2002), p. 39] el cual señala que organizaciones humanitarias como MSF no están capacitadas para dirigirse a las causas porque las consecuencias no las iluminan. Obviamente, no se puede perder de vista que, por ejemplo las guerras, y la destrucción, muerte, o enfermedades que conllevan, se explican en muchas ocasiones por las desigualdades sociales, relaciones de poder, intereses económicos, u otros factores.
  4. Pérez de Armiño (2001), p. 1.
  5. Rey Marcos y Currea-Lugo (2001) y (2002).
  6. No entramos en si dicha vinculación debería obedecer a un continuum o un contiguum humanitario. Para ello, véase Pérez de Armiño (2002)
  7. La inclusión del concepto de protección, se está profundizando también en el principio de humanidad, redescubriendo la verdadera naturaleza de este principio. [Leader (1998), p. 305]
  8. La definición del término “Acción Humanitaria” abre la puerta (trascendiendo el objeto de este estudio) a una investigación en profundidad. En cualquier caso, la conjugación entre la promoción de la justicia y la seguridad humana y la respuesta a las amenazas a la vida, el sufrimiento y las violaciones de los derechos humanos, parece ser el marco de referencia básico de este concepto. Véase Minear (2002), p. 120.
  9. Brauman (1993), pp. 17-18 [citado por Fisas (1996), pp. 98-99].
  10. Fisas (1996), p. 99.
  11. Fisas (1996).
  12. Véase Minear (2002), pp. 96-97. Minear encuentra en el advocacy el vínculo entre protección y acción política.

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