Un Partido Popular con varias tarjetas rojas por corrupción, y con el desgaste de la crisis, pero con muy pocos expulsados del partido y con una afición que a pesar de los pesares le revalida en el poder. Eso sí, desde el anterior encuentro, en diciembre del 2011, que dio la mayoría absoluta a su líder Mariano Rajoy, han perdido muchos seguidores por el camino: casi 3 millones de votos. Aún así: 7,9 millones le siguen apoyando, como vimos en el match del 26J.

Un tiempo de prórroga que permite al Partido Popular cohesionar sus efectivos y mejorar posiciones. Los resultados del 26J, con un aumento en número de votos (recuperaron casi 700 mil papeletas respecto la contienda del 20D) y diputados (14 más) son buena prueba de ello. Al “equipo azul”, visto lo visto, el tiempo no le juega en contra, aunque hubiesen preferido que el partido terminara cuanto antes con el trofeo entre sus manos.

El PSOE y el balón

Si hay un equipo que podría cambiar el resultado del partido es el PSOE, que sin embargo no quiere y no puede tocar el balón. El PSOE es un equipo atrapado en las redes del establishment, responsable tanto como el PP de un régimen del 78 que hoy está siendo fuertemente cuestionado. Un partido manchado por casos de corrupción (los ERE de Andalucía -con más de 200 imputados, el caso Mercurio, el caso Pretoria, entre otros) y con vínculos directos con el poder económico y financiero. En “su casa”, las puertas giratorias, por más que se empeñen en formalmente rechazarlas, están a la orden del día, desde el archiconocidísimo caso de Felipe González en Gas Natural, pasando por el de  Jordi Sevilla en PriceWaterHouseCoopers, Josep Borrell en Abengoa y hasta los recientes fichajes este año de Trinidad Jiménez por Telefónica y Elena Salgado por Nueva Pescanova. Y no olvidemos su deuda con la banca: 64 millones de euros.

Un PSOE, que al igual que el PP, es vasallo inquebrantable de los dictados de La Troika, copartícipe en la imposición de una serie de medidas austeritarias que han generado más pobreza, más paro y mayor desigualdad. Una formación que no quiere reconocer la soberanía de los pueblos del Estado ni su derecho a decidir. Sí, el PSOE tiene en sus pies el balón, pero no le da la gana disparar porque en realidad no puede chutar a portería. Un acuerdo con Unidos Podemos, las confluencias y los nacionalistas catalanes y vascos artiméticamente sumaría, pero ni su concepción de la “unidad” del Estado ni su programa económico le permite marcar. Sencillamente, es imposible para los de Sánchez conformar un gobierno que tenga en su agenda el más mínimo proyecto de “cambio”.

Al PSOE, la prórroga del partido no le beneficia, cada minuto que pasa un aficionado que pierde. Sin embargo, la cosa aún podría ser peor. Lo vimos con el “sorpasso” frustrado en el encuentro del 26J. La dulce derrota del PSOE consiste en que sus rivales pierdan porcentualmente más hinchas que ellos en igual tiempo. Por ello, tampoco le va mal ir a nuevas elecciones donde esperan ampliar su ventaja respecto a Unidos Podemos. Los de Iglesias fallaron el 26J saltando al terreno de juego con un planteamiento poco ofensivo y sin garra, tras varios meses de improvisados cambios de estilo y de discurso que desdibujaron su personalidad y desconcertaron a la hinchada. Pero no está claro si Sánchez aguantará en el banquillo hasta final de temporada. Puede verse obligado a cambiar la táctica de juego forzado por sus barones, por el alma mater del club, Felipe González, y por sus patrocinadores del mundo de los negocios.

Seguimos en ‘déjà vu’

Este 30 de agosto y 2 de septiembre, volveremos a vivir lo que ya vivimos el pasado 1 y 4 de marzo: una investidura fallida y que no cuenta con los apoyos necesarios. Si entonces el jugador estrella fue Pedro Sánchez, ahora lo será Mariano Rajoy. No faltarán los fuegos artificiales, ni todo tipo de confetti ni de guirnaldas por parte del equipo que espera hacerse con la victoria, pero todo el mundo sabe que esta vez no se repartirá el trofeo. Seguimos en déjà vu.

Parece que el resultado definitivo está a la espera del desenlace de otros dos encuentros, los que se jugaran el 25 de septiembre en Galicia y el País Vasco. En Galicia, “los de Mariano” esperan ganar con ventaja, mientras que en el País Vasco cruzan los dedos para ser decisivos y así sumar el apoyo del PNV en la recta final del match, aumentando así la presión sobre el equipo de Sánchez. Mucho cálculo de partido y tacticismo, veremos el resultado final.

Sea como sea, la prórroga del partido, por lo que parece, tiene un claro ganador: la recomposición del régimen y el bipartidismo. Obviamente, los que mueven los hilos del establishment apostaban desde el minuto 0 por un entente entre los dos grandes equipos. Sin embargo, visto como ha ido el juego, la prórroga no les va nada mal. Otra razón, para que el PSOE, a pesar de la presión, opte por quedarse en el banquillo.

Artículo publicado inicialmente en www.publico.es