La película, soberbiamente interpretada por José Luis López Vázquez, en el que fue su primer gran papel dramático, nos ofrece una versión del mito del licántropo alejada totalmente de los estándares a los que nos tiene acostumbrados el cine de terror.

A punto estuvo de que la retiraran de los carteles tras su estreno y eso a pesar de que la censura había suprimido todas las escenas eróticas, violentas o religiosas del filme, pues hasta Carrero Blanco, hombre fuerte del régimen, habían llegado comentarios de que ella se mostraba una España negra donde se mezclaba la religión con la superstición, afortunadamente el hecho de que hubiera ganado el premio San Gregorio en el Festival de Valladolid, un premio de carácter religioso, hizo que esta siguiera en cartelera.

Como hemos dicho la historia está basada en la vida de Manuel Blanco Romasanta, el Hombre-Lobo de Allariz, asesino en serie español que atacaba a sus víctimas,  generalmente mujeres y niños en mitad del Bosque, diciendo ser un hombre-lobo.

Manuel nació el 18 de noviembre de 1809 en la aldea de Regueiro, perteneciente al municipio orensano de Esgos, en la recóndita y supersticiosa Galicia del siglo XIX, hijo de Miguel Blanco y de María Romasanta, desde su nacimiento fue una persona desconcertante ya que al ser bautizado en la parroquia de Santa Eulalia de Esgos se le inscribió como Manuela, pues teniendo rasgos hermafroditas parecía una niña y como tal vivió hasta los ocho años desarrollando labores y oficios propios de las mujeres de la época aprendiendo a hilar, coser y bordar. Pero a partir de esa edad le empezó a crecer la barba cambiando el aspecto físico de su niñez, ya como niño fue despierto, audaz y de gran destreza manual, lo que le ayudo para luego desarrollar diversos oficios como cordelero, carpintero, cocinero, tejedor, sastre y tendero, destacando solo por su baja estatura incluso para esta época, “cinco pies menos una pulgada” equivalente a 1.37m, según lo describieron los facultativos que lo examinaron más tarde.

En 1831, con 21 años se casó con Francisca Gómez Vázquez, teniendo una vida normal dedicándose como buhonero a vender por los pueblos, pero a los tres años de matrimonio falleció Francisca, a partir de aquí ya viudo y sin hijos comienza a recorrer con sus géneros las tierras de Galicia, Portugal, León y Castilla, lo que le lleva a conocer perfectamente los caminos que le llevaban de población en población a través de los bosques, este oficio nómada caminando de lugar en lugar unido a un carácter tímido e introvertido generaba sospechas entre sus paisanos que acabaron diciendo de él que era el “home do unto”. (El “unto” o “gordura” es la grasa blanca que recubre las tripas del intestino delgado del cerdo, se trata de una grasa fina con aspecto de velo, que una vez salada se enrolla hasta formar un paquete, se ata y se cuelga a secar en un lugar fresco, muy presente en la cocina gallega). Las habladurías motivadas por sus trapicheos, unido a las creencias de unas gentes muy supersticiosas llevaron a decir de él que comerciaba con unto humano.

Al poco de comenzar su vida bohemia se corrió la voz de que había asesinado en Castilla a un criado del prior del cenobio San Pedro de Rocas y más tarde de la desaparición de su compañero Manuel Ferreiro en 1836, con quien viajo a Portugal matando a un proveedor al que debían dinero quedándose con su género, pero una noche mientras dormía Manuel aplastaría la cabeza de su compañero ocultando su cadáver. Romasanta liquidó sus deudas pero las sospechas pusieron a la justicia tras sus pasos. Nada más se sabe de él hasta que aparece en León en 1843, donde le da palabra de matrimonio a Catalina Fernández, que le sacaba 18 años y era hermana del párroco de Cubillas con el que vivía, pero una vez más las sospechas de haber asesinado al alguacil Vicente Fernández quien le buscaba para embargarle su negocio debido a las deudas que tenía, hacen que huya de León. Hay que decir que de estos hechos no había prueba ninguna pues todo se basaba en sospechas acrecentadas por la incomparecencia de Romasanta ante la justicia, que lo condena a 10 años de presidio, sin perjuicio de ser oído cuando se presentase.

Manuel corre a refugiarse en su Galicia natal pero no en su aldea sino en la parroquia de Santa María de Rebordechau del municipio de Vilar de Barrio, trabajando como jornalero para Andrés Blanco quien conocía a su familia, compaginando esta labor con su actividad comercial pues en los meses de menos trabajo en los campos viaja a Portugal para comprar mercancía de contrabando que luego vende en ferias y mercados, su carácter afable y su disposición a colaborar rápidamente en cualquier tarea que se le encomendaba, además de mostrarse muy religioso ayudando siempre en la misa, hace que se gane la confianza de Andrés Blanco y de sus paisanos.

Es aquí cuando conoce a Manuela García Blanco, mujer a la que la vida no le había sonreído pues tras tener una hija de soltera Petronila, se casó con Pascual Merello quedando viuda poco después, volviéndose a casar con Pascual Gómez del que se separó al poco tiempo. Romasanta se acerca a Manuela y lo que comienza como una simple amistad se transforma en una relación amorosa comenzando a acompañar al buhonero por las parroquias vecinas vendiendo sus géneros, Manuela que tiene una pequeña casa en Rebordechau se anima a venderla por lo que deja a Petra con Manuel, este coge a la niña que en este momento tenía 13 años y se interna en la Sierra de San Mademe, tras la venta de la casa Manuela regresa y al preguntar por su hija, Manuel le cuenta que la llevado a casa del cura de Santander del que siempre le habla y donde la ha colocado animándola también a ella a entrar al servicio del párroco pues este era buena persona y no tendría encuentra ni su estado, ni su edad, ante el panorama de mejorar su vida y animada por el deseo de encontrarse con su hija emprende con Manuel el camino hacia Santander. A su regreso Manuel va contando a todo el mundo que Manuela y Petra se encuentran bien sirviendo en casa del supuesto cura, incluso algún tiempo más tarde a las hermanas de Manuela les lee una carta en la que Manuela les dice que está bien y cobra un buen sueldo, noticia que las hermanas García Blanco reciben con alegría.

Romasanta entonces pone su objetivo en la hermana pequeña de Manuela, Benita, con una situación similar, también era madre soltera, casándose más tarde con Francisco Núñez pero el matrimonio se complica y termina siendo abandonada por su marido, además su situación económica no era buena pues no tenía ni casa ni ganado. Manuel intenta convencerla de ir a Santander a servir a la casa de otro cura sobrino del anterior y así mejorar su situación, pero Benita no estaba segura de abandonar su tierra natal y solo se convence cuando por medio del buhonero recibe otra carta de su hermana animándola a seguir sus pasos, contándole en ella como ha prosperado y lo bien que vive ahora, de manera que tras hacer los distintos preparativos Romasanta parte con Benita y su hijo Francisco de nueve años.

Manuel Blanco continua con su vida itinerante de buhonero y al regreso de sus viajes cuando las hermanas García le preguntan, les cuenta que Manuela y Benita viven a una legua de distancia una de la otra encontrándose ambas muy bien e incluso hasta la fortuna les sonríe, pues a Benita en un golpe de suerte le ha tocado la lotería poniendo a su hijo Francisco (que por aquel entonces tendría unos 10 años) a estudiar derecho. Ante estas buenas noticias una tercera hermana María de 58 años, también viuda se acerca al marchante para que la lleve junto a sus hermanas y así salir de miseria, Manuel en todo momento se presta a ayudarla pero le pide que venda unos bueyes que tiene y otros bienes pues va a necesitar el dinero para los gastos del viaje y también una vez lleguen a Santander, pero María no termina por decidirse a vender lo único que posee pues quiere dejárselo a su hijo y al final el viaje no se realiza.

Manuel Blanco Romasanta

Entretanto Manuel ha comenzado una relación con Antonia Rúa Carneiro, soltera y con dos hijas María Dolores y Peregrina, Manuel le promete casarse con ella y abrir una tienda en Castilla, contradiciéndose poco después, pues cambia la versión diciéndole que irán a Ourense en donde entrara a trabajar en casa de un viudo, como Antonia se lo ha contado a sus parientes vuelve a contradecirse pues cuando le preguntan a unos les confirma el viaje a Orense y a otros que van a ir a Santander con las hermanas García Blanco. Finalmente Antonia le vende a Romasanta todos sus bienes por 600 reales, de los que solo le entrega 60, dejándole a deber el resto, partiendo acto seguido junto con la pequeña Peregrina que aún no había cumplido los tres años.

Al poco regresa a Rebordechau con unas cabras que ha comprado en Riobó, tomando posesión de las tierras de Antonia. María Dolores la hija mayor de 10 años que no ha acompañado a su madre quedándose con su tía Josefa, a la que poco después deja para entrar a servir en casa de Luis García Blanco, el hermano de Manuela, Benita y María, finalmente decide irse con Manuel Blanco porque según decía le daba mejor vida.

Manuel va contando a la gente que la va a llevar con su madre y a los pocos meses los vecinos los ven partir del pueblo, cuando regresa vuelve a contar lo mismo de siempre, todas están bien y viviendo prósperamente, pero él es el único que da noticia de ellas, el único que trae sus cartas, ninguna de ellas, ni de sus hijos regresan para ver a sus parientes o les escriben directamente para dar noticias y cuando otros mercaderes ambulantes son preguntados cuando pasan por el pueblo nada saben de ellas, de esta manera las habladurías poco a poco comienzan a acechar al marchante.

Este mismo año Manuel se acerca a otra de las hermanas García Blanco, Josefa, quien tenía una situación similar a las anteriores pues ronda los cincuenta años, también tiene un hijo José de 21 años, su forma de actuar es la misma, rondándola con frecuencia hasta enamorarla, la visitaba caballero de la mula del párroco de O Castro de Laza, que ata delante de la casa de la mujer día y noche, cuando ya se ha ganado su confianza le propone ir a trabajar a Santander, pero tanto Josefa como su hijo se muestran reticentes a marcharse. Al regreso de uno de sus viaje trae una carta de sus hermanas que le lee a Josefa, pero esta vez al contrario de lo que había hecho hasta ahora se la entrega, Josefa a su vez se la enseña a María quien la conservara como recuerdo.

Ante las reticencias de madre e hijo Manuel les propone que José vaya  a visitar a sus tías a Santander y si decide quedarse que más adelante le acompañe Josefa, esta vez la resistencia de ambos cede y unos días después José y Manuel parten para Santander, este último regresa al poco abrigado con la capa nueva de José, vendiéndosela al párroco por setenta reales. Meses después Josefa por medio del buhonero recibe una carta de su hijo diciéndole que se encontraba trabajando de criado de un cura que le paga una onza de oro por año, esto es definitivo y Josefa decide reunirse con su hijo.

El 1 de enero de 1851 vestida con una saya de lana y lino negra, mandil de picote, camisa, justillo de terciopelo encarnado (prenda que formaba parte de la ropa interior, sin mangas, que llegaba hasta la cintura y ceñía el cuerpo), dengue de paño (esclavina de paño, con forma de aspa que llega hasta la mitad de la espalda, se cruza por el pecho y las puntas se sujetan detrás del talle), cubierta la cabeza con un pañuelo de estambre azul y encarnado de cuadros y calzada con zapatos, Josefa parte acompañada por Manuel para encontrarse con su hijo y sus hermanas. Manuel regresa y durante las semanas siguientes va ofreciendo las prendas de Josefa por las distintas parroquias, llegando incluso a casa de Luis García Blanco para hacerle entrega de los zapatos de Josefa
como regalo de esta para su sobrina.

La venta de las distintas ropas de Josefa por la zona hace que las habladurías entorno al buhonero corran rápidamente entre la gente, donde la leyenda del “home do unto” el “sacamantecas” que ha asesinado a estas mujeres y sus hijos se extienda rápidamente. Ante esto Manuel se asusta y huye de Rebordechau, cambia su nombre haciéndose llamar Antonio Gómez, natural de Montederramo, solicitando y obteniendo un pasaporte interior (documento necesario en la época para viajar a Castilla), que le expidió el alcalde de Vilariño, gracias a un certificado que se demostró más tarde que era falso, desapareciendo de Galicia.

Trabajando como jornalero segando los campos de Nombela en Toledo se encontraba Antonio Gómez, cuando es reconocido por tres vecinos de Laza que también trabajan como segadores, lo denuncian ante el alcalde de Nombela que hace de juez de primera instancia, acusándolo de varios asesinatos en Galicia, deteniéndolo por ellos y enviado al juez de Escalona, Gómez niega ante el juez todas las acusaciones reafirmándose en su nueva identidad, pero ante la duda y la gravedad de los cargos que se le imputaban, el juez ordena su traslado al juzgado de Verín en Ourense a cuyo partido judicial pertenece Montederramo de donde dice ser el acusado.

Mientras era trasladado a Verín, custodiado por los guardias algo cambió dentro de la cabeza de Manuel, pues en su tierra y ante sus paisanos seria reconocido y no podría mantener por más tiempo su falsa identidad, de manera que cuando el 25 de agosto de 1852 es interrogado por el juez de Verín, para sorpresa de este reconoce ser Manuel Blanco Romasanta nacido en Allariz, ante la pregunta del juez de por qué ha cambiado de nombre, escucha con asombro una declaración de cómo había llevado desde hacía trece años una vida errante y criminal habiendo asesinado en diferentes sitios de la sierra de San Mamede a trece personas, asegura al juez ser víctima de una Fada, una maldición que alguno de sus parientes le echó y que le obligaba a cometer asesinatos y a alimentarse con la carne de sus víctimas, a veces solo y otras acompañado por dos sujetos que se llamaban Antonio y Genaro, que solían acompañarlo, no sabiendo sus apellidos ni de donde eran, solo le dijeron que eran castellanos. Pero la sorpresa del juez es mayúscula cuando preguntando cual era el arma que utilizaban Romasanta responde que ninguna, la maldición les hacía revolcarse por el suelo y convertirse en lobos, declaró que al recobrar su forma humana al cabo de varios días, recordaban lo que habían hecho echándose a llorar, terminó confesando no solo el asesinato de las hermanas García Blanco y sus hijos sino también el de otras personas en la zona de Vilariño do Conso.

“Una fuerza irresistible me impulsaba a exterminarlas, y en tanto que me duraba aquella especie de fiebre abrasadora, no tenía lugar en mí el raciocinio y la compasión; pero después me compadecía de los infortunados a quienes había reducido al no ser, y lloraba amargamente sobre sus roídos huesos. A mis dos compañeros les sucedía lo mismo, especialmente a don Genaro, cuyo corazón bondadoso y exquisita sensibilidad tuve la ocasión de apreciar más de una vez. Sin embargo, no creíamos ser criminales, porque había en nosotros algo que era superior a nuestra voluntad; algo que nos obligaba a dejar de ser hombres para llegar al estado de fieras”. Finalmente declaró que la maldición finalizó el día de San Pedro, el 29 de junio de 1852, tres días antes de que le reconocieran y denunciaran los tres vecinos de Laza.

Pasado el caso a la Audiencia de A Coruña, esta resuelve que a fin de evitar rivalidades entre los distintos jueces, el juicio lo lleve la sede de Allariz, arranca sin que se encuentren todos los cuerpos a pesar de una búsqueda exhaustiva, probando eso si la desaparición de dichas personas dándose por concluida la búsqueda el 17 de agosto de 1852. La acusación pide la pena capital por el asesinato de nueve personas, mientras que para el abogado Mariano Garrán, no aparece justificado el cuerpo del delito o lo que es igual no consta que hayan sido asesinadas las personas desaparecidas y que la confesión del procesado corresponde a un enfermo mental, definió a Romasanta como un pobre hombre ignorante que había crecido en un ambiente mágico, rural y lleno de supersticiones, lo que le había llevado a creer que realmente era un Hombre-Lobo y por tanto todo era producto de su imaginación,

El juez de la causa, Don Quintín Mosquera, en auto del 28 de octubre de 1852, requiere un informe médico sobre la situación mental de Romasanta, seis facultativos  estudiaron “física y filosóficamente” a Manuel durante dos meses, los profesionales eran: el médico José Lorenzo Suárez, los licenciados Demetrio  Aldemira, Vicente María Feijoo Montenegro y Manuel María Cid, y los cirujanos Manuel  Bouzas y Manuel González. estos presentan su informe el 26 de diciembre, concluyendo que Romasanta no está loco,  “Luego de su conformación, de sus actos, de 1852. su historia, de sus disculpas mismas, se evidencia que el procesado  no es loco, ni imbécil, ni monomaníaco, ni lo fue ni lo logrará ser mientras esté preso, y por el contrario resulta que es un perverso, un consumado criminal capaz de todo, frío y sereno, sin bondad y con albedrío, libertad y conocimiento; el objeto moral que se proponía es el interés; su confesión explícita fue efecto de la sorpresa, creyéndolo todo descubierto; su exculpación es un subterfugio gastado e impertinente; los actos de piedad, una añagaza sacrílega; su hado impulsivo una blasfemia; su metamorfosis, un sarcasmo.” 

Tras esto Manuel se ratifica en su declaración excepto las que prestó ante el alcalde de Nombela y el juez de Escalona, negando también haber asesinado a Manuel Ferreiro y al alguacil de León. El Tribunal de Allariz declara a Manuel Blanco Romasanta culpable de los nueve homicidios condenándolo a pena de muerte por garrote vil transfiriendo la causa a la Audiencia de A Coruña, un brillante abogado Manuel Rúa Figueroa, se hará cargo de la nueva defensa de Romasanta, pero en frente tiene a un reputado fiscal Luciano de la Bastida, que no duda en aplicar todo el peso de la ley apoyándose en las pruebas encontradas, el informe de los médicos y la propia confesión del reo, el público asiste expectante al juicio llenando durante cuatro días la sala pues la fama del Hombre-Lobo de Allariz se conocía ya en toda España traspasando incluso nuestras fronteras. Tras el desarrollo del juicio el reo es declarado culpable condenándolo a muerte por garrote vil, “Fallamos que debemos suplir y enmendar la real sentencia de 9 de vista de noviembre último, y confirmar como confirmamos la pronunciada en 6 de abril anterior por el Juez de primera instancia de Allariz en cuanto por ella condenó al repetido Manuel Blanco Romasanta (a) Tendero, por los nueve  homicidios expresados a la pena de muerte en garrote con imposición de costas y gastos del juicio,…”

Pendiente la pena de ejecución se recibió una Real Orden de Su Majestad la Reina Isabel II ordenando suspender la ejecución del reo. Hemos dicho que el caso había saltado las fronteras publicándose en un periódico francés que se había hecho eco de una noticia publicada en “El Clamor Público” de A Coruña. Un hipnólogo francés llamado Mr. Philips, profesor en electro-biología que vive en Argel, había seguido el caso del Hombre-Lobo de Allariz a través de la prensa francesa, dirigió una carta al ministro de Gracia y Justicia por medio del cónsul de España en Argel, afirmando que Romasanta era un enajenado mental aquejado de una monomanía conocida como licantropía, no siendo responsable de sus actos y ofreciéndose a experimentar con él. Aunque Philips nunca vino a España por lo que no pudo examinar al licántropo, su carta sí que llegó hasta la reina que ordenó la suspensión de la pena de muerte, conmutada por la de cadena perpetua por una Real Orden, el 13 de mayo de 1854.

“En caso que recaiga sentencia que cause ejecutoria de pena capital, suspenda la ejecución e informe manifestando el resultado que produzcan las investigaciones científicas a que pueden dar lugar los citados documentos. Lo que digo a V.I. de Real Orden para su conocimiento y efectos consiguientes,..” 

Y aquí termina su historia, su pista se pierde de repente, se habla de que está en la cárcel de Celanova en Ourense, de la que hoy nada queda, pero no había noticias de su ingreso en prisión ni certificado de su muerte, hasta que dos hermanos, los investigadores Cástor y Félix Castro Vicente, encontraron en la hemeroteca de Madrid la noticia de que en 1863 Manuel Blanco Romasanta, el Hombre-Lobo de Allariz había fallecido en el correccional de Ceuta de un cáncer de estómago el 14 de diciembre 1863.

Todavía hoy 159 años después el caso de Manuel Blanco Romasanta sigue generando polémica, estudiado psicológica y criminalmente, todos los interrogantes quedan abiertos, el lobo, animal mítico en España, ser demoniaco, terror de los campesinos que podía poner en riesgo su vida y su patrimonio (el ganado), entorno al que giraban multitud de historias y leyendas fantásticas que producían pavor en la población y que fue el recurso que tomo Romasanta para su defensa, ha dado lugar a distintas teorías como la que actuaba bajo la influencia de la ingestión de pan contaminado por el cornezuelo del centeno, que lleva un alcaloide muy potente, la ergotamina, con la que el químico Albert Hofmann sintetizara la dietilamida del ácido lisérgico (LSD), también que padecía hipertricosis, enfermedad que hace crecer el bello del cuerpo o la porfiria eritropoyética congénita que es un déficit de síntesis de la hemoglobina que tiene como síntomas fotosensibilidad (la luz solar provoca quemaduras y cicatrices en la piel que producirían un retracción de los labios que dejarían ver los colmillos), por su puesto también están los que lo siguen considerando un asesino en serie frio y despiadado.

En el archivo del reino de Galicia se conservan los cinco tomos de la causa contra Manuel Blanco Romasanta con el epígrafe de Hombre-Lobo única persona enjuiciada y condenada por Licantropía en España.