Un pequeño artículo escrito por Manuel Vicent— no por pequeño menos interesante— me ha tocado el corazón, y me ha cargado de preguntas que hacía tiempo no me formulaba.
Hablaba de tres dioses, y yo añado, a cual más verdadero pues… ¿Y si en esencia es el mismo para los tres? Dios podría ser algo así como una idea, una referencia, un espejo donde verse, un lugar al que acudir; o un juez, un consejero, un amigo, un hermano, una esperanza… En definitiva un algo superior, un concepto que forma parte de nuestras vidas, que en el extremo nos lleva a ser mejores, y que hasta vive implícito en el espíritu del que dice no creer en nada.
No es preciso ponerle un nombre para mencionarlo; lo complicado viene cuando tratamos de gestionarlo a través de una religión al gusto de quien la lidera como si de un proyecto empresarial se tratase, o bien cuando se utiliza como excusa para llevar a cabo actos censurables.
Manuel Vicent en su artículo se remonta a la ciudad de Hebrón donde se hallan las tumbas de los tres patriarcas: Abrahán, su hijo Isaac, y su nieto Jacob. Se pregunta cómo ha llegado a degenerarse tanto la relación entre los pueblos de oriente próximo, y más concretamente entre israelitas y palestinos, cuando tienen tanto en común.
En esta ciudad, Hebrón, confluyen los creyentes de las tres religiones monoteístas —y yo digo nacidas bajo el amparo de una misma idea— un dios al que los musulmanes llaman Alá, los judíos Yahvé, y los cristianos Dios.
El autor nos manifiesta su nostalgia hacia algo que percibió con sus propios ojos en un pasado remoto. Los seguidores de los tres dioses llegaron a compartir rituales en los que cada uno divulgaba sus creencias basadas en las fuentes utilizadas. Vio como en un mismo templo, el imán leía textos bellísimos extraídos del Corán, el rabino comentaba fragmentos del Antiguo Testamento, y los sacerdotes predicaban el amor al prójimo según consta en el Evangelio. Del mismo modo compartían todo lo demás: necesidades, herramientas, y recursos para subsistir.
¿Qué ha pasado? Me pregunto cómo es posible haber llegado hoy a estos extremos de violencia y odio entre hombres y mujeres de una misma raíz en su origen; fanáticos desenfrenados sin piedad a manos de Israel y Hamás. Lo de menos es quien ha empezado; hay que parar.
¿Dónde quedó la sabiduría, la belleza, el pensamiento profundo, el sentido humano del mundo, el amor, la generosidad, el respeto y la entrega que predican los libros sagrados?
Autora: Caleti Marco
(Nota: Artículo inspirado en “”Tres dioses” escrito por Manuel Vicent)
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