Como sabemos, nadie sabe si se llamaba efectivamente asì a la salida de la mano de ese grande. El compendio de libro que alguien realizò de unos papeles encontrados, aunque indudablemente aristotélicos, es pegamento siglos posterior.

Se trata de lo que llamamos, por buena costumbre, “Metafìsica/ Libro primero; frases numeradas (también siglos después), como: Α,  980a-993ª, y allì se dicen al menos dos cosas fabulosas de saber:

  1. Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber…
  2. (La vista es el gran sentido sensorial pues…) en efecto, no sólo cuando tenemos intención de obrar, sino hasta cuando ningún objeto práctico nos proponemos, preferimos, por decirlo así, el conocimiento visible a todos los demás conocimientos que nos dan los demás sentidos. Y la razón es que la vista, mejor que los otros sentidos, nos descubre entre las cosas gran número de diferencias.

2 Y hacemos una experiencia. Estamos en el muelle de la caleta de El Quisco, en una playa del Chile central. En el extremo afuera, percibimos còmo, los carretes de las cañas de pescar de cada individuo en esa faena, es diferente del otro. Por ejemplo, unos recogen la línea de pesca por delante en un movimiento circular; otro, por arriba e inmóvil, simplemente recoge.

Entonces, en unas cañas, el hilo de pescar se sostiene por la parte de abajo (cuelga); en otras, precisamente al contrario: el hilo se desliza por encima del brazo de pesca (màs bien, flota). Y, cuando le pregunto a un pescador por la razón (o motivo) de esta diferencia, no sabe. Hace un gesto de cabeza para decirme que está muy ocupado para ese detalle –o sugiere que no haga preguntas tontas…

Y cada brazo de pescador impulsa su línea a distancias siempre diferentes. 20 o 25 o 30 metros quizá, de la punta del muelle hacia “mar adentro”. Cada uno con fuerzas distintas. O fuerzas variables (a cada lanzamiento).

3 Ya caminando por la hermosa playa –que hace un arco de concavidad–, hay gentes gordas y flacas, en trajes de baño a mi alrededor. Pues, todas las gordas son diferentes gordas. ¡Què decir de las flacas!

Pero, incluso, hay una gorda màs que diferente. Al observarla, me sorprende que està en posición de poner su celular para hacerse una foto de la barriga. Y es que, aparentemente, es un tipo de gordura, muy inicial, de embarazada: ella està fotografiándose la experiencia de hoy (en la playa) del crecimiento de su gûatita.

Y viene caminando por la arena una mujer joven muy blanca de piel. Casi una Morticia (de aquellos “locos Adams”). Pero, al frente, otras jóvenes, y cada piel de un tono màs moreno –pero cada tono uno curiosamente distinto.

Aunque todo esto tiene, de pronto, algo de muy dejà vu: percibir estas diferencias ocurre cada vez que bajo a la playa; estas morenadas y estas palideces, no son muy diferentes a las de ayer…

4 Lo diverso, a cada instante. Los colores del agua del mar: amaneció nublado en esta playa del litoral central (algo me recuerda: amanece todos los días; amanecer es siempre igual; los días son siempre los dìas…). Aunque cada nube (o pedazo de nube), algo màs o menos diferente a cualquier otro.

Pero despejaron las nubes el sol. Y he aquí un roquerìo breve, bajo, donde pululan los tonos de verde de las diferentes algas. La marea està baja; las rocas desnudas al sol de media mañana; puedo apreciar cuántos verdes aparecen en estos pocos metros cuadrados de visión.

Me llaman especialmente la atención, esta mañana, unos verdes como metàlicos. Turquesas casi, y brillantes bajo el sol despejado del cielo en esta playa.

Pero, entonces, advierto los contrastes en complementos de unos morados bastante oscuros en otras partes de las rocas que rodean los anteriores verdes. En fin…

5 Estoy algo abrumado de esta percepción de diferencias visuales. Entonces escucho. Es que pasa una gaviota a unos tres metros sobre mi cabeza, y no es eso sino el susurro del aire en el roce de sus alas. No es un ruido. Es una levedad.

Y apresto: me voy hacia el siseo de las últimas espumas de la ola hundiendo sus aguas entre las partículas de arena. Y siento que es una y otra vez: cada ola diferente y cada siseo distinto. Aun cuando tampoco es eso. Sino los susurros: del ala de la gaviota por el aire encima; del agua, la ola y la arena a pocos metros delante mìo.

6 ¿Hay alguna diferencia entre estas diversidades visuales y estas diversidades sonoras? Pues, en unas, ya lo dije, un cierto dejà vu. En las otras, también lo dije, lo leve. Pues pareciera que lo diverso visual resulta màs excitante, mientras lo diverso sonoro màs encantador.

Lo visual se impone quizá demasiado; lo escuchado, puramente sugerido, arrebata porque parece no tener fuerzas. Lo sutil pareciera producirnos las mejores sensaciones: que las diferencias visuales de Aristóteles saben menos de ciertas experiencias, que las diferencias sonoras en esta playa del centro de Chile comenzando la primavera del sur.