Lo de AstraZeneca no tiene nombre
Así, sorpresivamente, han sido localizadas en un almacén cercano a Roma, casi treinta millones de vacunas de AstraZeneca con destino incierto, pero que algunos medios apuntan a Inglaterra o a Bélgica.
Así, sorpresivamente, han sido localizadas en un almacén cercano a Roma, casi treinta millones de vacunas de AstraZeneca con destino incierto, pero que algunos medios apuntan a Inglaterra o a Bélgica.
La frase lanzada por un diputado del Partido Popular a las palabras de Íñigo Errejón en el Parlamento, no tendría más recorrido si no fuese porque lleva intrínseca una falta de educación, de oportunidad y sobre todo, de discernimiento sobre lo que está sucediendo.
De verdad creo que lo hacen para tenernos distraídos. Para que no pensemos en el ritmo de vacunación, ni si nos tocará o no la de AstraZeneca, ni quién ha sido el niñato cabrón que emulando a Juegos de Guerra ha metido sus pezuñas informáticas en el SEPE, atrasando el pago de las prestaciones a los parados.
Se cumple ya un año en el que se promulgó el Estado de alarma. Ha sido un año distinto que ha abierto una nueva era para nuestra forma de ser y relacionarnos, todo ha cambiado, incluso nosotros.
La moción de censura es un instrumento legal que han utilizado muchos partidos del arco parlamentario de uno u otro signo. Compararlo con un golpe de estado es una estupidez tan grande como la de imaginar que todos los políticos son inteligentes.
Anteayer fue ocho de marzo y las mujeres recibieron un justo homenaje a sus reivindicaciones diarias, aunque la jornada de la mujer debería ser cada día. Compañeras del alma, así os queremos, iguales en todo, con los mismos derechos y obligaciones.
Es casi inevitable que cuando las gentes tienen poder, o creen tenerlo, por la simpleza social, por el protocolo o por su propia percepción, se sienten tan especiales que creen que pueden saltarse todas las reglas. Pero nadie debe ser inviolable frente a sus actos.
Una sociedad sana y democrática es aquella que puede demostrar lo que piensa y quiere, sin necesidad de recurrir a la violencia.
En aquellos días del asalto al Capitolio, se nos hizo muy popular la figura de uno de los asaltantes con un disfraz de cabeza búfalo, cuernos incluidos, que se propuso dejar en ridículo al templo de la soberanía popular norteamericana y a sí mismo.