Podríamos decir que hasta principios de los años ochenta del siglo pasado, la política tenía cierto peso y relevancia en cada país. La soberanía nacional aun estaba por encima de las estructuras económicas supranacionales y el descontento político de las personas, en un determinado país democrático, podía, cada 4 ó 5 años, cambiar de gobierno para intentar mejorar la situación económica y social de ese país. Incluso los políticos, unos meses antes de las elecciones, prometían (y algunas veces cumplían) mejoras en las pensiones, salarios de los trabajadores, educación y sanidad para captar votos e intentar ganar las elecciones.
Por el contrario, desde hace unos años, la política nacional está supeditada a la política internacional y a la economía global que es la que mueve los hilos en todos los ámbitos de la vida ciudadana. Hoy en día, las mismas fuerzas que originaron las naciones modernas impulsan la globalización de la economía y la mundialización de la sociedad civil. El materialismo mercantilista está muy por encima del ser humano al que se le tapa la boca para que no hable o, en el mejor de los casos, podrá expresarse en uno de los pocos medios independientes existentes que se juegan el cuello diariamente, para hablar en contra del sistema global y será tachado, por ello, como persona anticuada o trasnochada al igual, supongo, que el liberalismo basado en la oferta y la demanda ideado por Adam Smith a fines del s. XVIII.
La verdad es que los países democráticos han dejado de serlo, sino en teoría, sí en la práctica, ya que los únicos partidos que realmente pueden gobernar (con el beneplácito de los lobbies económicos) son los de la derecha. Estamos, pues, ante un partido único ya que la izquierda solo puede teorizar sobre lo que podría hacer pero, en caso de ganar las elecciones, no podría llevar adelante su programa político por la oposición de los denominados “mercados” que impedirían cualquier tipo de aventura so pena de retirar las inversiones, deslocalizar sus empresas o impedir las inversiones en ese país.
Los lobbies económicos presionan a los gobiernos del mundo de cada país para que se ajusten a sus directrices de ahí que muchos gobiernos, para evitar males mayores, contactan con ellos para saber si las medidas económicas que se están aplicando son las correctas para sus intereses a costa de reducciones salariales de los obreros o la disminución de las pensiones de hasta un 40% en el caso de Grecia.
Los partidos de izquierdas siempre antepusieron las razones políticas a las económicas pero ¿Qué pueden hacer ahora cuando los elementos básicos de la vida parecen estar articulados en una red fuera de cualquier voluntad política?.
Hasta hace poco tiempo la socialdemocracia, especialmente la europea, se basaba en buscar el equilibrio entre el sistema económico capitalista-sindicatos obreros-sistema democrático representativo. Este sistema ha cambiado ejerciendo mucho más poder el sistema capitalista internacional que los otros dos poderes (el sindical y el gobierno estatal).
De tal forma que todos los países a nivel mundial son gobernados por los denominados “mercados” que están instalados a miles de kilómetros de distancia de la sede del gobierno español, portugués, chileno o marroquí y son ellos quienes impondrán las directrices económicas a dichos gobiernos: tipos de interés, deuda pública, nivel impositivo, gasto público, etc. Si cumplen con sus órdenes seguirán recibiendo ayudas económicas, por supuesto para devolver con sus correspondientes intereses, y contarán con el apoyo de los dirigentes de las grandes compañías multinacionales y de los lobbies más influyentes.
En definitiva, nuestra soberanía nacional, uno de los pilares básicos de la democracia ya casi no existe, la hemos dejado en manos de las instituciones supranacionales (OTAN, UE…) y de las multinacionales. Nuestro margen de maniobra, a nivel nacional, es mínimo.
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