Las aulas virtuales eran lo más en los primerísimos años de siglo. Personalmente me enganchó esa tecnología y he utilizado numerosas plataformas. Mi oficina online era algo realmente útil, podíamos atender a las personas que nos preguntaban con total privacidad. Teníamos ya alumnos y asistentes a programas de capacitación de todas las partes del mundo.

La experiencia mixta con asistencia presencial y online es algo maravilloso que permite acceder a oportunidades de trabajo y de formación a muchas personas.

¿Puente aéreo o videollamada?

Las videoconferencias cambiaron la forma de trabajar de muchos de nosotros. Se salvaban kilómetros, se ahorraban horas, muchas horas, y se coordinaba fácilmente una reunión entre alguien en EEUU, en Europa y en India. Además, se mantenía el trato personal. Eso sí, hay que aprender a crear el clima adecuado. He de decir que después de tantos años de emisiones radiofónicas no se me hacía difícil.

En cierta ocasión, trabajando en un proyecto social y ecológico, afrontábamos dificultades para encontrar día, hora y lugar para reunirnos, no sólo por el jaleo habitual de nuestras agendas sino porque entre todos había casi una decena de personas que tenían que viajar se organizara donde se organizara. ¿Avión, coche, tren?

Yo propuse usar una de las aulas online de mi escuela y allá que saltó alguno que no, que no quería usar tecnología imperialista. Yo también me quedé boquiabierta. Con mucha paciencia, le explicamos que si estábamos trabajando por el medio ambiente sería mejor intentar contaminar lo menos posible y evitar viajes y traslados. Además ganábamos tiempo y ahorrábamos gastos, que podrían destinarse a otros conceptos.

Finalmente la reunión, y la experiencia, fue un éxito. Y la nueva herramienta nos ayudó a acelerar el trabajo. 

Todo con mesura

Los distintos sistemas para webminars, videoconferencias, aulas online… han proliferado; algunos más asequibles que otros, algunos están sólo al alcance de grandes corporaciones. Y además, no todas ofrecen las mismas utilidades y funcionalidades. Según lo que necesites, hay que buscar y elegir.

Añade el ordenador o computadora, el micrófono, la webcam, añade el fondo croma si la parte de atrás de tu lugar de comunicación no es muy allá, y… ¡añade tiempo! ¿Pero no quedamos en que ahorrábamos tiempo?

Atrezzo y videoconferencias

Hace semanas que trabajo con una persona ayudándole en un programa de Life Coaching. Está costando “lo que no está escrito” que me acepte una videollamada: es que no estoy maquillada, es que me acabo de levantar, es que tengo mala cara, es que estoy en pijama, es que no hay buena luz, es que no estoy en las pirámides de Egipto ni en Iguazú para tener un fondo adecuado… Excusas.

A otros sin embargo, les da igual pero tan igual, que te quedas pensando en esa ropa tan desaliñada, esa persiana descolgada, el desorden que se ve… ¿Habrá alguna razón para ello? ¿Estará pasando una mala época? O nadie le ha dicho que lo agradable y apañado no es caro.

Las videoconferencias tienen un dress code básico asociado a la materia de la que trate la misma y a las personas que participan en las mismas. En realidad, igual que en una reunión presencial offline.

La luz. La luz es importante y un problema. Para salir bien y que no tengas un lado de la cara brillante y el otro casi a oscuras como una luna en cuatro menguante, la luz ha de ser uniforme. Si la pones de frente sin un difusor (aunque sea un papel blanco en el flexo) es posible que la luz que usas sea molesta y los ojos se van a quejar aún más por la mayor intensidad lumínica que puede dañar nuestra mácula y retina. Por ello es importante elegir bien la luz, y la protección para los ojos tanto externa como interna o nutricional.

Si ahora te maquillas más de lo normal: cuida tu piel más de lo normal. Si eres varón y te maquillas al menos para quitar los brillos, pues hombre, desmaquíllate bien y sí, usa una buena crema para tu piel, que lo vas a agradecer.

El Norte de la comunicación

Antes de la era COVID, las videollamadas nos servían para vernos y hablar con amigos y familia, poner cara a los compañeros de otras delegaciones o empresas, hacer más ágiles y participativas las clases y conferencias y salvar distancias en algunas reuniones con colaboradores, cosas de estas. Antes llamábamos “por voz” para solucionar muchas, muchas cosas, ahora todo es ¿verse? ¿No hemos perdido un poco el Norte de la funcionalidad en la comunicación?

¿Y la privacidad? Imagina: vas en metro o por la calle o estás en la oficina o en tu casa-oficina en una videollamada y es posible que salgan otros sin que sea tu intención. ¡Ya tenemos el lío con la protección de datos y vulneraciones varias! En los lugares en los que no se puede grabar o hacer fotos, tampoco se puede video-llamar.

Es decir, la voz sin imagen “sigue existiendo” y se puede “hablar” normalmente. Y digo esto siendo consciente de que ahora llamamos “hablar” a “wasapearse”… que esa es otra. ¡Los problemas que se crean según el tono de voz interna que tú pones cuando lees un mensaje! Y es que querido lector, lectora u oyente, si un asistente virtual te está leyendo este texto, los emoticonos no arreglan todo porque entre otras cosas no se usan en todos los ámbitos.

Ya son muchas las personas que veo con los portamóviles con luz incorporada videohablando en cualquier parte. Y escucho muchísimas quejas del exceso de videoreuniones, de dos personas incluso.

El teletrabajo nos ha dejado “zoombados”, horas y horas sentados en videoconferencia, para todo… Si acaso, cambiando de un rincón a otro para tener mejor cobertura o un fondo más glamuroso.

Y tú ¿qué opinas?

¿Estamos “zoombados”?

¿Llegaremos a estar sentados guardando la distancia social hablando por videollamada en lugar de hablarnos cara a cara, eso sí, de momento con mascarilla?

Nuevos tiempos y más esforzados llegan a la comunicación humana. El lenguaje corporal nunca ha sido tan importante, pero este es otro tema.