Ni el bloque de la llamada derecha ni el de la denominada izquierda pueden formar un gobierno mayoritario. Tampoco, aunque lo digan y repitan muchas voces, es posible convocar nuevas elecciones. Y no es posible porque el partido todavía en el gobierno y el mayoritario de la oposición verían mermarse, aún más, sus pírricos resultados; y eso no les conviene. Menos perspectivas tiene cualquier pacto antinatura ni siquiera esgrimiendo dudosas razones de estado. Por tanto, no les queda otro remedio a todos que apechugar con lo que el Pueblo ha dicho en las urnas.
Para un gran número de ciudadanos, analistas políticos y medios de comunicación – convenientemente dirigidos y subvencionados -, la actual situación es ingobernable. Son todos aquellos acostumbrados a las mayorías absolutas y que aceptan lo que impone el mandatario de turno a fuerza de escaños. Son los partidarios del dirigismo formal que facilita la gobernabilidad pero también los excesos, la corrupción y las decisiones partidistas. Es la política de la consulta olímpica, es decir, cada cuatro años y que permite, dada su idiosincrasia y nombre, pasarse por el arco del triunfo lo que opina la gente.
Los resultados de ayer obligan a los partidos a alejarse de los pactos de gobierno por imposibles o por inconvenientes y abrir una perspectiva histórica menos cómoda, pero más audaz y más comprometida con la voluntad popular. Todos pueden controlar a todos y todos pueden obtener parte de su programa electoral, principalmente en las medidas que más favorezcan a los ciudadanos. Cualquier freno a un avance democrático contará con la oportuna oposición y cualquier medida progresista con el apoyo necesario. Y no sólo por el beneficio general, también por el interesado e intrínseco de cada formación que, en caso contrario, seguirá recibiendo el castigo de las urnas.
Les voy a poner un par de ejemplos. ¿Creen ustedes que con el arco parlamentario actual el rescate de la banca hubiese sido posible en las mismas condiciones? ¿Creen que hubiese podido imponer la ley de empleo del pasado octubre? No.
En mi opinión los resultados de ayer abren un gran abanico de posibilidades y de ventajas. Mucho más difícil de manejar, cierto; pero eso es lo que esperamos de los políticos: que consensuen cada ley, cada acuerdo, cada medida; que se esfuercen en aportar lo mejor de cada uno; que sean hábiles en el regate y eficaces en el área; y que dejen de sestar en los escaños.
Ahora será posible meter mano – en el buen sentido y acierto – a la Constitución. Cambiar la ley electoral, porque la suma de todos contra los dos únicos beneficiados con la actual es superior; mantener el estado del bienestar; perseguir a los corruptos y dignificar la política, eso es lo que el Pueblo ha demandado. Y tantas otras cosas que pueden volver a hacernos creer en la política.
Estoy convencido de que esta mañana de lunes, después de la resaca electoral, algunos partidos tienen la angustia de la responsabilidad atenazándoles la garganta, porque es más cómodo mandar en mayoría o aceptar resignados y cómodos el rodillo del ganador. Ahora todo es posible y en enero, cuando se constituyan las nuevas Cortes Generales habrá que esforzarse desde el primer día, sacar los programas electorales y tratar de que se cumplan a golpe de consenso y de acuerdos. Porque la gente ha creído en estos programas y para eso ha sentado a cuarenta, sesenta y nueve, noventa, o un par de diputados en el Congreso. Eso es Política, con mayúsculas. Lucha, rabia y logros políticos. Democracia participativa, al fin y al cabo. Con un solo vencedor: el Pueblo.
¿Y ahora qué?, no es la pregunta; ahora, es el momento.
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