Uno de los problemas más importantes de Guatemala es la violencia y la inseguridad. Juntamente con El Salvador y Honduras, forman el triángulo más violento, según NNUU. Hay vínculos muy fuertes entre las maras y el narcotráfico, y si se le suma un Estado débil, se comprende la dificultad de crear una ciudadanía con capacidad de participación y de cambio. “Si a todos estos elementos les sumamos la pobreza generalizada en estos países y la corrupción, se comprende que sea difícil avanzar, los proyectos avanzan lentamente. Y es desde aquí que consideramos que la educación, no sólo en capacidades, sino en valores y en ciudadanía, es importante. Y esto es lo que intentamos hacer desde Fe y Alegría, que los centros educativos sean mucho más que escuelas”, explica Miquel Cortés sj, director de Fe y Alegría Guatemala.
Guatemala estuvo 16 años en guerra civil, 200.000 muertes y desaparecidos, ese es el actual contexto de este país. Las maras también tienen un papel importante. Nacieron en Los Ángeles, en Estados Unidos, con inmigrantes centroamericanos. Llevan más de 20 años, y son organizaciones estables, con códigos de pertenencia. Estas maras, tanto en Guatemala, Honduras o El Salvador, controlan territorios. Estos grupos se sostienen extorsionando y muchos de los sicarios son menores de edad, ya que así tienen penas menores. También se da una desestructuración de las familias, por el alto nivel de migración hacia Estados Unidos. En Guatemala hay un millón y medio de emigrantes por 14 millones de habitantes. Y esto implica que muchos de ellos no tienen a sus padres cerca. Desde Fe y Alegría Guatemala se ha realizado un estudio en las escuelas del país, y el 13% de los alumnos tiene uno de los padres en Estados Unidos. Explica Miquel Cortés: “Y es por todo ello que debemos hacer algo. Tenemos que fomentar el cambio social, este es el reto, y debemos fomentarlo desde la educación, empezando por programas de atención psicosocial. Y es que en medio de este contexto también hay muchos valores”.
“En los centros educativos de Fe y Alegría se vive muy de cerca la problemática de las maras porque hermanos, tíos o primos son parte implicada, ya que la mara no es solo la persona, es la familia a la que pertenece. Y muchos de ellos están en nuestras escuelas. Nosotros lo que hacemos es un trabajo de “Cultura de Paz” a través de varios programas”, continúa explicando el director de Fe y Alegría Guatemala.
- El primero es “Escuelas abiertas”, que implica abrir la escuela sábados, domingos y entre semana fuera del horario escolar, para así entender la escuela no sólo como un espacio de aprendizaje académica sino como escuela de valores. El centro se abre para actividades lúdicas, culturales, deportivas y se da también desayuno y almuerzo.
- El segundo programa es “Escuelas seguras” que trata de que la comunidad educativa y la vecinal sean las que tutoricen las escuelas para garantizar que sean espacios seguros. Para ello se fomenta la presencia de las organizaciones de padres y madres en cada centro educativo de Fe y Alegría, con personalidad jurídica y con un modelo de co-gestión de la entidad educativa. Y escuelas seguras en lo que se refiere tanto a infraestructuras públicas como a alumbrado público en las calles cercanas a la escuela.
- Y el tercer programa se llama “Casa joven”, dedicado a la terapia personal o grupal de pandilleros o familiares del entorno a la mara. El acceso a la mara es difícil pero a la madre del marero, al hermano es fácil.
“Estos son los tres programas especiales para el trabajo de Cultura de Paz al que hay que sumarle toda la educación en valores para hacer que nuestras escuelas sean escuelas para la vida”,
termina Miquel Cortés.
En Puente Belice, Entreculturas apoya también un programa para jóvenes que viven en comunidades en las que están presentes las maras. Su éxito radica en unir formación con trabajo. Está siendo muy efectivo, sobre todo para la prevención, y ahora han logrado construir un nuevo centro de formación, alejado del núcleo de la ciudad, en el que los chicos tienen que llegar en autobús y esto es bueno porque les obligas a salirse de sus entornos más violentos. Allí los chicos trabajan media jornada y la otra media estudian, y muchos de ellos aprovechan para sacarse la enseñanza básica que en su momento abandonaron. Este un proyecto muy replicable en otras zonas.
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