“Un estomago hambriento no escucha razones”.
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616)
Fenómenos climáticos, entre los cuales destaca la sequía en Rusia, y fenómenos económicos, como la especulación en los mercados de futuros de productos agrícolas, han sido detonantes de una escalada de precios de estos productos en los mercados internacionales. Estos aumentos de precios afectan al azúcar y a semillas oleaginosas, y en menor medida, a los cereales –los cuales suponen aproximadamente el 45% del consumo mundial de calorías-.
Es urgente que se aborden las causas estructurales que dan origen al desequilibrio del sistema agrícola internacional. Los gobiernos y las organizaciones internacionales están reaccionando de manera correctiva, y no de manera preventiva. Es decir, las soluciones que se están dando a esta problemática responden a factores coyunturales –de inmediatez- y no de estructura.
El panorama mundial del sector alimenticio es desolador. Casi mil millones de habitantes padecen hambre en el mundo. Y esta cifra no parece disminuir, sino por el contrario, en algunas regiones desfortunadamente va en aumento (1er ODM).
Los retos a futuro son enormes. En los próximos 50 años, será necesario que la producción agrícola mundial aumente un 80%. Tan solo en los países en vías de desarrollo, el aumento deberá ser de un 100% en la producción para satisfacer el suministro de alimentos para una población en permanente crecimiento.
En esta tesitura, es urgente promover que los países con bajos ingresos destinen mayores recursos a la agricultura, ya que los gastos presupuestarios representan alrededor del 5% y deberían alcanzar un mínimo del 10%, según estimaciones de la FAO.
Resulta inverosímil que en el mundo la inversión privada nacional y extranjera en agricultura represente 140.000 millones de dólares, mientras que la inversión en armamento asciende a un billón y medio de dólares anuales. Preocupa que por subvenciones y protecciones arancelarias a favor de los biocombustibles, 120 millones de toneladas de cereales -que pueden ser utilizadas en consumo humano- sean utilizadas para el sector transporte.
Es imprescindible que en países en vías de desarrollo se sigan invirtiendo en infraestructura, específicamente en carreteras rurales y en puertos pesqueros, así como en locales de almacenamiento. Lo anterior permitiría dar seguridad a la producción de alimentos e incrementar la competitividad de los pequeños agricultores, lo que derivaría en una disminución en los precios al consumo y aumentaría los ingresos de poblaciones rurales, en las cuales viven el 70% de los pobres en el mundo.
Debemos afrontar con decisión y mayor dinamismo la problemática agrícola y alimentaria mundial. No es suficiente gestionar la crisis de forma adecuada y pertinente, sino que debemos prevenir escenarios catastróficos. Es urgente que aceleremos el paso, y pasar de los discursos y las promesas a las acciones concretas y a los proyectos concluidos. De lo contrario, la paz mundial estará en vilo en un planeta que pasará de tener 6 900 millones de habitantes actualmente a 9.100 millones en el año 2050. El tiempo apremia. Debemos actuar de inmediato.
aaaaa
Por Alejandro Guerrero Monroy – Centro IDEARSE para la Responsabilidad y Sustentabilidad de la Empresa. Universidad Anáhuac México Norte.
“Un estomago hambriento no escucha razones”.
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616)
Fenómenos climáticos, entre los cuales destaca la sequía en Rusia, y fenómenos económicos, como la especulación en los mercados de futuros de productos agrícolas, han sido detonantes de una escalada de precios de estos productos en los mercados internacionales. Estos aumentos de precios afectan al azúcar y a semillas oleaginosas, y en menor medida, a los cereales –los cuales suponen aproximadamente el 45% del consumo mundial de calorías-.
Es urgente que se aborden las causas estructurales que dan origen al desequilibrio del sistema agrícola internacional. Los gobiernos y las organizaciones internacionales están reaccionando de manera correctiva, y no de manera preventiva. Es decir, las soluciones que se están dando a esta problemática responden a factores coyunturales –de inmediatez- y no de estructura.
El panorama mundial del sector alimenticio es desolador. Casi mil millones de habitantes padecen hambre en el mundo. Y esta cifra no parece disminuir, sino por el contrario, en algunas regiones desfortunadamente va en aumento.
Los retos a futuro son enormes. En los próximos 50 años, será necesario que la producción agrícola mundial aumente un 80%. Tan solo en los países en vías de desarrollo, el aumento deberá ser de un 100% en la producción para satisfacer el suministro de alimentos para una población en permanente crecimiento.
En esta tesitura, es urgente promover que los países con bajos ingresos destinen mayores recursos a la agricultura, ya que los gastos presupuestarios representan alrededor del 5% y deberían alcanzar un mínimo del 10%, según estimaciones de la FAO.
Resulta inverosímil que en el mundo la inversión privada nacional y extranjera en agricultura represente 140.000 millones de dólares, mientras que la inversión en armamento asciende a un billón y medio de dólares anuales. Preocupa que por subvenciones y protecciones arancelarias a favor de los biocombustibles, 120 millones de toneladas de cereales -que pueden ser utilizadas en consumo humano- sean utilizadas para el sector transporte.
Es imprescindible que en países en vías de desarrollo se sigan invirtiendo en infraestructura, específicamente en carreteras rurales y en puertos pesqueros, así como en locales de almacenamiento. Lo anterior permitiría dar seguridad a la producción de alimentos e incrementar la competitividad de los pequeños agricultores, lo que derivaría en una disminución en los precios al consumo y aumentaría los ingresos de poblaciones rurales, en las cuales viven el 70% de los pobres en el mundo.
Debemos afrontar con decisión y mayor dinamismo la problemática agrícola y alimentaria mundial. No es suficiente gestionar la crisis de forma adecuada y pertinente, sino que debemos prevenir escenarios catastróficos. Es urgente que aceleremos el paso, y pasar de los discursos y las promesas a las acciones concretas y a los proyectos concluidos. De lo contrario, la paz mundial estará en vilo en un planeta que pasará de tener 6 900 millones de habitantes actualmente a 9.100 millones en el año 2050. El tiempo apremia. Debemos actuar de inmediato.
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Por Alejandro Guerrero Monroy – Centro IDEARSE para la Responsabilidad y Sustentabilidad de la Empresa. Universidad Anáhuac México Norte.
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