“O que arde”: todo lo que estamos perdiendo
Hace unos días tuve el placer de ver “O QUE ARDE” en V.O.S., es decir, en gallego.
Hace unos días tuve el placer de ver “O QUE ARDE” en V.O.S., es decir, en gallego.
Había leído mucho sobre esta película, y todo bueno, por lo que decidí incluirla en mi lista de películas pendientes de ver este invierno. Y la verdad es que no me ha decepcionado, me ha parecido brutal, buenísima.
Uno de los placeres de los días fríos y lluviosos como hoy es poder refugiarse en el cine donde se está calentita y ver una película como ésta, tan sencilla, tan humana, tan de verdad.
Film danés que se configura como un claro ejemplo de que no hace falta un gran presupuesto ni una superproducción para hacer una estupenda película.
Ayer vi “EL DESPERTAR DE LAS HORMIGAS”, película costarricense, y me encontré con la sorpresa de que estaba en la sala su directora, Antonella Sudasassi, para presentarnos la película y compartir un coloquio muy interesante al final.
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“Porque viajar y escribir son en cierto modo una misma cosa, estar solo y vivir libre, no deberte a nadie salvo a tu suerte y a tu coraje, intentar vanamente trazar en el vacío una pincelada de eternidad, echarte la melancolía a la espalda y no saber muy bien quien eres. “Me llamo Nadie” gritó Ulises al cíclope Polifemo. El suyo fue el primer gran aullido de la literatura. Quien no haya sentido alguna vez ese estallido del no-ser en el alma ni es viajero ni es escritor…..”
(Extracto del libro ”Los caminos perdidos de África”, de Javier Reverte)
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¿Cuántas veces cierra uno los ojos para no ver y cuantas para ver mejor?
Me lo pregunto porque creo que pensar la diferencia entre una cosa y otra puede ayudarnos a elegir cual vida preferimos. No ver lo que nos disgusta, nos aflige, nos amedrenta o nos enfurece y, a cambio, simplemente tratar de no ver nada, es mucho menos útil que cerrar los ojos y llenarlos con nuestras más privadas, arbitrarias y liberadoras fantasías. En esta época de perdidas y pesares, cerrar los ojos para distinguir con exactitud no solo aquello que no queremos perder, sino todo eso que nos urge imaginar, es además de un consuelo, un deber de asombro al que no podemos negarnos.
Al principió dudé ciertamente si en éste mi segundo día de vacaciones veraniegas, mi inconsciente, más relajado que de costumbre, estaba una vez más jugando caprichosamente en sueños con mis recuerdos.